De bigote canoso y frondoso, sonriente y de buen paso para el baile, el Doctor Simi no solo es el peluche más famoso de México: es, más bien, la cara de una revolución en el sistema de salud mexicano y, probablemente, del resto de América Latina.
Aunque nacieron en 1997, las Farmacias Similares han vivido un boom durante los últimos cinco años.
La pandemia del coronavirus, las reformas frustradas al sistema de salud y una estrategia publicitaria centrada en el muñeco, entre otras cosas, hicieron que las Similares se proliferaran hasta llegar a 9.411 farmacias en todo el país; todas, con un “consultorio adyacente” que atiende un doctor por menos de US$3.
A esto se suman 505 farmacias en Chile y otras tres que están por abrir en Colombia.
Tienen cuatro fundaciones de asistencia social y ambiental. Han hecho 43 proyectos de reforestación. Casi 1.000 familias viven en Colonia Simi, un barrio auspiciado por la empresa, donde las casas están pintadas con un rostro gigante del muñeco. Toda la línea de peluches Simi es confeccionada por gente con discapacidad.
No es, pues, una farmacia cualquiera. En las Similares suena un parlante con salsa o reggaetón y, afuera, la botarga del viejo doctor de cejas gruesas baila y anima y posa para la foto.
El peluche ha llegado a la tarima de artistas como Taylor Swift y Harry Styles. El boxeador Julio César Chávez, entre otros, les sirve de imagen. Hace dos meses inauguraron un espacio de atracciones llamado Similandia. Tienen una montaña rusa. Y están por abrir un museo donde algún día reposarán los restos del famoso dueño, Víctor González Torres.
“Nos gusta ganar, pero sobre todo nos gusta ayudar”, dijo el empresario de 77 años durante la inauguración hace un mes de la Casa Simi, ubicada en una mansión republicana de CDMX.
Con voz baja y entrecortada, sentado en una silla de ruedas, González Torres continuó: “Yo estoy viejo, y ayudar es lo que me hace sentir bien, soy adicto a ayudar, eso es lo que me mantiene vivo, estoy muy enfermo, amo a los que menos tienen, tengo mucho y tengo la obligación de compartir, porque los que tienen riqueza tienen la obligación moral de ayudar al prójimo”.
Una frustrada candidatura a la presidencia en 2006 por cuestiones de registro electoral convirtió, no obstante, a González Torres en una figura nacional. Desde entonces el 80% de los mexicanos, según encuestas, lo ve favorablemente. Ha recibido la bendición del papa Francisco y este año la activista guatemalteca Rigoberta Menchú lo nominó al Nobel de Paz por promover la “salud integral de las personas”.
Esto, entonces, sobrepasa el tema farmacéutico: es un fenómeno político y cultural. Pero empieza con una estrategia para vender medicamentos con una premisa sugestiva: “Lo mismo, pero más barato”.
El origen de las Simi
González Torres heredó de su padre Laboratorios Best, una farmacéutica que dependía de la compra de medicamentos del Estado. Tenía licencia de producir genéricos, es decir, copias exactas de los medicamentos patentados por otras empresas. Son el 90% de las medicinas en México.
Y el señor Víctor, como le conocen, decidió venderlos “75% más baratos” en un país donde el medicamento promedio costaba dos veces más que en el resto de América Latina.
A la estrategia innovadora se sumaron otros desarrollos aparentemente ajenos a la empresa.
En 2010, Jorge González, hermano de Víctor y fundador del Partido Verde Ecologista, promovió la Ley Simi, la cual permitió, entre otras cosas, que los privados suplieran la demanda que el sector público no podía atender. Una demanda creciente ante un sistema desfinanciado y surtido de corrupción.
Ese mismo año, el Congreso fortaleció los parámetros para comprar antibióticos con receta en medio de una epidemia de gripe porcina.
Eso fomentó la proliferación de consultorios adyacentes a farmacias, según Andrés Castañeda, un experto en salud pública de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): “La farmacias dijeron, ‘si ya no podemos dar antibióticos sin receta, pues tengamos al que emite la receta'”.
Mientras unos artistas de talla internacional se toman foto con el peluche del Dr Simi, hay otros que le arrancan la cabeza, como hizo Rubén Albarrán, cantante de Café Tacuba, en un escenario. Unos cuantos mexicanos ven con enorme escepticismo el modelo de las farmacias con consultorio adyacente.
Sus críticas se resumen en cuatro: las farmacias son un negocio que prioriza la rentabilidad en lugar de bienestar, por esa razón tienden a prescribir más de lo necesario, su línea filantrópica es una estrategia para vender más y han creado un sistema paralelo desconectado del sistema de salud pública que atiende las enfermedades más graves.
Un estudio encontró que las farmacias privadas prescriben un medicamento más por receta, en promedio, que el sector público.
País de farmacias
Víctor González Herrera, el hijo del fundador, es hoy presidente y vocero del Grupo Por Un País Mejor que controla las Similares.
En una oficina con cientos de peluches, fotos con el Papa y premios de todo tipo, González le dice a BBC Mundo que las Similares tienen una estricta y conservadora política de apego a las normas sanitarias, que nunca apoyaron la Ley Simi porque les afectaba “la rentabilidad” y “la eficiencia” y que sus doctores son “independientes de las farmacias y tienen libre prescripción”.
“Les decimos que si tienen que recetar un té de manzanilla que lo hagan”, asegura el empresario, que se declara precursor de un “capitalismo consciente”.
“Claro que queremos trabajar con el gobierno —añade—, sentarnos y pensar formas de que no nos pisemos el uno al otro, de que todos ganemos. Pero no podemos esperar que el gobierno solucione todo; más bien hagamos cada uno lo que sabe hacer. No me pueden decir que la solución es hacer que la gente tenga que esperar más días, viajar más horas y gastar más dinero para atender su salud, que es lo más importante”.
México es un país de farmacias: hay chicas y rústicas, lujosas y con aire acondicionado. Las Simi, aunque las más grandes, son apenas un cuarto del mercado: hay alrededor de 40.000 farmacias en todo el país.
Y el auge, además de las estrategias de cada empresa para cautivar clientes, tiene que ver con algo que no solo ocurre en México, sino, de diferentes maneras, en toda la región: los sistemas de salud pública están saturados y fragmentados.
Un sistema desigual y saturado
Es difícil resumir la larga y tortuosa historia del sistema de salud público mexicano. Hubo reformas, planes y promesas de todo tipo. Hubo escándalos de corrupción.
El resultado, en todo caso, siempre ha sido el mismo: desigualdad en el acceso.
Hay regiones de México con cobertura universal y hospitales de primera, pero hay otras en situación opuesta. Hay sectores, como el petrolero, con aseguramiento completo, pero hay otros, como los trabajadores informales, que sufren para conseguir una cita al médico.
“Tenemos servicio de primera, segunda y tercera categoría cuando la salud, según la Constitución, es un derecho de todos por igual”, dice Castañeda.
Según el censo de 2020 y otras encuestas, entre 30 y 50 millones de los 130 millones de habitantes en el país no tiene acceso a la salud. Y ese número, según estudios independientes, aumentó en los últimos cinco años.
En promedio, los mexicanos son de las poblaciones que más gasta en salud, pero su Estado es uno de los que menos invierte en el sector, en comparación con los países latinoamericanos en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Además, aún con base en la OCDE, México tiene una de las tasas más altas del mundo en mortalidad prematura potencialmente evitable y uno de los índices de gasto catastrófico —familias que deben gastar el 30% de su patrimonio en salud— más altos de la región.
Las esperas en los centros públicos de salud llegan a las cuatro horas y los tiempos entre la solicitud y la práctica de una consulta pueden ser de hasta seis meses.
A eso se añade que la mexicana es una población vulnerable, con unas de las tasas de obesidad, diabetes e hipertensión más altas del mundo.
El actual y saliente presidente, Andrés Manuel López Obrador, quiso aliviar la situación centralizando el sistema, creando seguros para los más pobres y volviendo a monopolizar la compra de medicamentos en el Estado.
Pero, entre la pandemia y lo que para muchos fue un plan mal diseñado, las reformas quedaron pendientes.
“Las reformas eran necesarias, pero al final se perdió un sexenio en salud porque no hubo un plan de implementación”, dice Castañeda.
Y una alta funcionaria de una entidad estatal de la salud, que pidió mantener el anonimato, añade: “Queriendo ser el héroe, el gobierno entró a acabar con todo, pero no puso un remplazo, y entonces ahora tenemos el peor de los mundos: más saturación, menos gente asegurada y más enfermedades”.
AMLO, como le conocen al presidente, dijo recientemente que el sistema no será como el de Dinamarca, como antes él había prometido, “sino mejor”.
“Es todo un desafío y no es Dinamarca —añadió—; va a ser mejor que Dinamarca, porque ya llevamos tiempo trabajando y no tenemos afortunadamente problemas financieros, tenemos los recursos que se requieren para dejar un buen sistema de salud”.
Los efectos de las Simi
Sea un periodo de transición o un fracaso de las reformas, lo cierto es que en los últimos cinco años, si bien aumentó la inversión total en salud, los índices clave del sector empeoraron: cobertura, atención y vacunación, según informes especializados.
Ante esto, la población se volcó a las farmacias privadas de bajo costo, que hoy atienden a la misma cantidad de gente que el sistema de salud pública en los más de 20.000 consultorios adyacentes que hay en el país.
“Estas farmacias son una solución, sí, pero una solución perversa a un problema muy grave”, dice la médica antes citada.
Y Castañeda, el profesor de medicina, añade: “Esto (las farmacias) aumentó el acceso básico de la atención urgente, y lo hizo con eficiencia en lugares donde o no había nada en salud o es más cerca que el hospital donde la gente tiene su seguro. Las Similares te prometen que te van a resolver y te resuelven”.
El Dr Simi está en poco más de 1.200 municipios de México: más que los 700 donde está Oxxo, la tienda más famosa del país (que tiene 20.000 sucursales).
“Entiendo que no somos normales —dice González Herrera, el joven y famoso CEO de las Similares—. Entiendo que somos disruptivos. Pero de la locura a la genialidad hay muy poco. Somos una empresa congruente, auténtica. Y nuestras farmacias, de entrada, cuando vez una botarga bailando reggaetón, te hacen sentir mejor”.
Y cómo no: cómo no sonreír ante el muñeco gigante de un viejo bigotudo perreando con el disfraz del Chapulín Colorado. La botarga, al menos, es una vuelta de tuerca a las formas tradicionales de la medicina.