Por Haydée Mari
El reciente resurgimiento de discursos y acciones que buscan trivializar o incluso justificar los horrores cometidos durante la última dictadura cívico-militar en Argentina es alarmante y, en última instancia, peligroso. En tiempos donde la memoria histórica se vuelve más que nunca un faro para evitar repetir los errores del pasado, es fundamental alzar la voz y rechazar categóricamente cualquier intento de rehabilitar el fascismo.
“Con el fascismo no se discute, al fascismo se lo combate”, es una máxima que resuena con fuerza en estos tiempos turbulentos. No podemos permitirnos ceder ni un ápice de terreno, ya sea en el ámbito cultural, teórico o en las calles, a aquellos que intentan glorificar o minimizar los crímenes perpetrados por los cobardes genocidas que sembraron el terror en Argentina.
La “memoria completa” es aquella que no solo recuerda los hechos atroces cometidos por los represores, sino que también busca respuestas a las preguntas que aún persisten en el aire. ¿Dónde están los cuerpos de nuestros compañeros desaparecidos? ¿Qué pasó con los 300 hijos apropiados durante la dictadura? ¿Dónde están los botines de guerra que robaron a los desaparecidos?
Es necesario recordar que lo sucedido durante aquel oscuro período de nuestra historia no fue producto de simples “errores”, como algunos intentan sugerir. Fue un plan sistemático de exterminio, una estrategia meticulosamente diseñada para silenciar a quienes se oponían al régimen dictatorial. No fueron meros errores, fueron crímenes de lesa humanidad.
Resulta especialmente preocupante descubrir los vínculos que algunos individuos prominentes mantuvieron con la maquinaria represiva del régimen. Personajes como el Tata Yofre, cuyo pasado lo condena, al haber tenido estrechas relaciones con altos funcionarios de la dictadura, no pueden ser pasados por alto. Sus acciones, ya sea como agentes de inteligencia o propagandistas de la impunidad, deben ser expuestas y condenadas sin reservas.
La complicidad de ciertos sectores de la sociedad, incluidos medios de comunicación y figuras públicas, en la perpetuación de la impunidad y el olvido, es igualmente inadmisible. El intento vil de cuestionar la cantidad de desaparecidos, construido por traidores y genocidas, debe ser enfrentado con la verdad y la justicia.
Es reconfortante ver cómo el pueblo argentino responde con movilizaciones masivas, recordando con fuerza el lema de “Nunca Más”. Esta demostración de resistencia y solidaridad es la mayor garantía de que el fascismo no pasará, ni ahora ni nunca más, en Argentina.
En tiempos donde el revisionismo histórico y la apología del autoritarismo parecen ganar terreno en algunos círculos, es esencial mantener viva la llama de la memoria y la lucha por la justicia. Solo así podremos asegurar un futuro donde los horrores del pasado no se repitan, donde la democracia y los derechos humanos sean respetados y protegidos por igual.
El fascismo y sus defensores deben ser enfrentados con determinación y valentía. No podemos permitirnos el lujo de olvidar, ni mucho menos de perdonar, aquellos crímenes que dejaron cicatrices imborrables en nuestra sociedad. Con la memoria como nuestra guía y la resistencia como nuestra fuerza, seguiremos adelante, construyendo un país donde la justicia y la verdad prevalezcan sobre la impunidad y el olvido.