Washington encendió la polémica este martes con la visita del príncipe heredero saudí Mohamed bin Salmán, quien no solo fue recibido por Donald Trump con honores de jefe de Estado, sino que salió de la Casa Blanca con dos regalos estratégicos: la aprobación para comprar los codiciados cazas F-35 y la designación de Arabia Saudí como “aliado principal fuera de la OTAN”.
El gesto de Trump llegó acompañado de una defensa absoluta del príncipe frente al asesinato del periodista Jamal Khashoggi, un crimen del que la CIA responsabiliza directamente a Bin Salmán. Para el expresidente republicano, el tema no era más que una incomodidad en plena visita de gala: “Son cosas que pasan”, dijo visiblemente irritado cuando una reportera cuestionó al heredero saudí.
A pesar de que la visita provocó la indignación de la familia de Khashoggi y de organismos de derechos humanos, Trump ofreció una recepción de Estado con guardia de honor, salvas de cañón y un sobrevuelo de F-35 —los mismos aviones que ahora Estados Unidos venderá a Riad—. En la cena de gala también estuvo presente Cristiano Ronaldo, figura del club saudí Al Nassr.
Un pacto militar histórico… y lleno de alertas
La venta de F-35, aprobada por Trump, rompe con años de resistencias en Washington debido al riesgo de alterar el equilibrio militar en Oriente Medio y de que tecnología sensible termine en manos de China.
El acuerdo marca un salto cualitativo en la relación militar entre ambos países, reforzado además por:
- La designación de Arabia Saudí como “aliado principal fuera de la OTAN”.
- Un pacto de cooperación nuclear con fines civiles.
- Acuerdos sobre minerales críticos e inteligencia artificial.
Bin Salmán anunció que la inversión saudí en EE. UU. subirá hasta un billón de dólares, ampliando aún más la interdependencia entre ambos gobiernos.
La normalización con Israel sigue congelada
Pese a la presión del magnate republicano, el príncipe saudí reiteró que cualquier acercamiento a Israel pasa primero por un “camino claro” hacia un Estado palestino.
La guerra en Gaza y la negativa del gobierno israelí a aceptar un Estado palestino mantienen en pausa la expansión de los Acuerdos de Abraham, impulsados originalmente por Trump.
El episodio deja clara una constante: Trump está decidido a fortalecer su alianza con Riad sin importar el costo diplomático, ético o geopolítico. Arabia Saudí, por su parte, aprovecha el momento para asegurar armamento de última generación y un estatus estratégico privilegiado en Washington.





