Será la primera vez que un líder mundial tenga el honor de una segunda visita de Estado; además, nunca antes la invitación al encuentro había sido entregada en una carta personal del rey, que el mandatario estadounidense mostró con orgullo a las cámaras de televisión

El personal del Castillo de Windsor prepara la mesa de caoba de 50 metros de largo. Los mozos pulen los cascos de los caballos que tirarán de los carruajes reales. La guardia de honor militar ensaya para asegurar que cada paso se dé con precisión.

A lo largo de los pasillos y terrenos del castillo de casi mil años de antigüedad al oeste de Londres, cientos de personas están trabajando para asegurarse de que el rey Carlos III ofrezca el mejor espectáculo posible cuando reciba esta semana al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su histórica segunda visita de estado.

La visita, que contará con deslumbrantes tiaras, bandas de música y un suntuoso banquete servido en plata de 200 años de antigüedad, es una muestra del boato y la ceremonia que Reino Unido ofrece como nadie.

Pero es un espectáculo con un propósito: fortalecer los lazos con uno de los hombres más poderosos del mundo en un momento en que sus políticas de “Estados Unidos primero” trastocan antiguas relaciones comerciales y de seguridad.

“Le estamos dorando la píldora”, dijo Robert Lacey, historiador real y consultor de la serie de Netflix “The Crown”.

“No vendría a Reino Unido si no tuviera la oportunidad de alojarse en el Castillo de Windsor, probablemente rendir homenaje a la (difunta) reina que tanto admira, y reunirse con el rey”, señaló.

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