Cuando Pete Doherty fue expulsado de los Libertines en 2004 por su adicción desbordada, no tardó en formar un nuevo grupo a su imagen y semejanza: los Babyshambles, una banda en la que nadie le cuestionaría sus excesos. Junto a él se sumaron figuras que prometían caos y música a partes iguales, entre ellas, el talentoso y turbulento guitarrista Patrick Walden.

Walden no tardó en destacar como uno de los pilares creativos del grupo. Su huella quedó impresa en el debut discográfico Down in Albion (2005), donde coescribió algunos de los temas más emblemáticos como “Fuck Forever” y “Pipedown”. Su estilo visceral, sucio y poético se volvió parte esencial del ADN de Babyshambles. Sin embargo, el desenfreno que definía la estética de la banda pronto se convirtió en una carga insoportable.

En 2006, Walden fue expulsado del grupo tras una cadena de episodios autodestructivos que incluyeron conductas erráticas sobre el escenario y una denuncia por violencia doméstica —que más tarde fue retirada. Aunque regresó esporádicamente para algunos conciertos, su tiempo como miembro de pleno derecho terminó ese mismo año. La relación quedó marcada por la inestabilidad, y en 2009 dejó de tocar con la banda definitivamente.

Pese a la oscuridad que lo rodeaba, Walden jamás dejó de crear. En 2011, tras un paso por rehabilitación, comenzó un nuevo proyecto junto al músico Robert Mannall, grabando más de 30 maquetas. Ese mismo año se le vio tocar en el Hawley Arms, un pub emblemático del circuito indie londinense, junto a Drew McConnell, bajista de los Babyshambles.

A partir de 2014, Walden decidió volcarse al jazz, en un intento por reencontrarse con la música desde otro ángulo, más técnico, más profundo, tal vez más sano. Era también una forma de mantenerse cerca del arte y lejos del abismo, mientras la banda que lo había hecho famoso se desmoronaba lentamente.

En 2023, reflexionó públicamente sobre su salida del grupo. En una entrevista confesó sentirse tanto empujado como voluntariamente alejado. “Fue como salir de un torbellino”, dijo. Y aunque no negó errores, parecía haber alcanzado una suerte de reconciliación con su pasado: “Sigo siendo amigo de todo el mundo”.

Pero el pasado fin de semana, ese pasado le alcanzó con crudeza. Patrick Walden falleció a los 45 años. Las causas aún no han sido reveladas, pero su muerte deja un vacío en una generación que encontró en su guitarra una forma de canalizar la rabia, el desencanto y el espíritu punk de los 2000.

Curiosamente, su muerte se produce en medio de rumores sobre una posible reunión de los Babyshambles. En marzo, antiguos miembros se reunieron para interpretar viejos temas, y Doherty ha insinuado que podría haber un regreso formal en el horizonte. “Volveremos a tocar juntos. Está en proyecto”, dijo a New Musical Express. Y aunque no hay claridad sobre si habrá un nuevo disco, Doherty admitió haber escrito una canción que “sonaría como una de los Shambles”.

Hoy, mientras el mundo indie recuerda a Patrick Walden, su figura emerge como símbolo de una era en la que el talento y el desastre caminaban de la mano. Fue un guitarrista brillante, un compositor singular y, por momentos, un alma demasiado frágil para la intensidad de su propio mito.

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