Víctimas de una inseguridad creciente desde hace años, muchos haitianos aplauden el anuncio del despliegue de una fuerza internacional en el país que apoye a la Policía Nacional a luchar contra las bandas armadas que hacen cundir el caos y el terror, haciendo la vida imposible en Haití.
Tras la resolución adoptada el pasado 3 de octubre por el Consejo de Seguridad de la ONU, ciudadanos como Robinson Dacéus, de 25 años, relataron a EFE el hartazgo de la población frente a la incontrolable violencia de los grupos criminales.
Vecino de Carrefour-Feuilles, zona del sureste de la capital asolada desde hace meses por la violencia de las bandas, vive en un campo de desplazados a menos de un kilómetro del Palacio Nacional y espera con ansia la llegada de la misión extranjera.
En su opinión, “ya debería estar en el país. Creo que esta fuerza ayudará realmente a la población. Queremos volver a casa. Ya hemos tenido bastante”, afirmó Dacéus, que ya fue víctima de las pandillas y lleva en el cuerpo una bala que recibió hace años durante un enfrentamiento entre bandas y policías.