Mehran’s Steak House, en el Upper East Side de Manhattan, tiene una calificación casi perfecta en Google, 4.8 estrellas y más de un centenar de reseñas positivas: “La mejor experiencia de mi vida. Nunca he comido un bistec más jugoso y fino”; “Yo mismo soy chef y mis platos no son nada comparados con el bistec de Mehran”; “Mehran es un dios, un genio entre los mortales”.
Con una lista de espera “de años” y al menos 2.600 personas, el restaurante abrió sus puertas por primera vez el sábado pasado a unos 140 comensales de la élite gastronómica de Manhattan. Creyeron que finalmente tenían una mesa disponible en un exclusivo restaurante que, además, contaba 100 años de antigüedad.
Pero había algunas señales extrañas que los más observadores encontraron apenas ingresaron al vestíbulo. Colgada en una pared de camino al comedor principal, una serie de fotografías enmarcadas mostraban al fundador y chef del restaurante, un chico de 21 años llamado Mehran Jalali, posando junto a Albert Einstein, Marilyn Monroe, un grupo de mafiosos de la década de 1920, y los presidentes Barack Obama y John F. Kennedy.
Leche en lugar de vino y una típica pedida de mano
Algunos, no todos, entendieron en ese momento por qué era un restaurante tan difícil de reservar: simplemente, no existía. Era una broma bien elaborada de Mehran, fundador de una startup de inteligencia artificial, y 65 de sus amigos, la mayoría adolescentes sin edad ni experiencia para trabajar como chefs de lujo o camareros.
Una corresponsal de New York Post que asistió a la inauguración dice que Mehran Jalali interpretaba a la perfección el papel de un exigente chef Manhattan. Caminaba con las manos entrelazadas en la espalda, mientras supervisaba el pedido de cada mesa e intercambiaba algunas palabras con los invitados.
A través del lugar, “ridículamente repleto de gente” según el Post, desfilaban jóvenes “sommeliers” ofreciendo una probada de galones de leche entera, como si de un buen vino se tratase. En un momento de la noche, el performance incluyó el cliché de un chico pidiendo matrimonio a su acompañante, momento que fue acompañado de aplausos por los presentes.
“La leche pretende representar el ciclo de vida bovino”, explicaron los camareros. “Sentimos que sería negligente no incluir los subproductos de la vaca”. También dijeron que la leche provenía de una vaca en Uganda llamada Philip.
En el transcurso de la noche, la mayoría de los invitados parecieron darse cuenta de que algo andaba mal, pero muchos decidieron dejarse llevar por el momento. “Fui a la cocina y había 50 personas allí; quería encontrar a alguien que confesara”, dijo un comensal al Post. “Son tonterías. Pero me lo estoy pasando genial”, agregó.
¿Cómo surgió la idea?
Pero, ¿qué hizo que un grupo de jóvenes llevara una broma a tal extremo? Según The New York Times, el restaurante -que en la primera y única noche de apertura ofrecía un menú con precio fijo de US$ 114- nació de un chiste interno entre Mehran Jalali y sus compañeros de piso.
Todos vivían en una casa-estudio ocupada por 16 veinteañeros que trabajaban en la industria tecnológica y dormían en armarios o literas. A la hora de la cena, Jalali solía cocinarles filetes, principalmente solomillo, y así fue cómo a uno de sus amigos se le ocurrió cambiar el nombre de su dirección en Google Maps a “Mehran’s Steak House”.
Crear una lista de Google es tan simple como elegir un nombre, hacer clic en algunos botones y esperar por la aprobación. Tampoco es muy complicado evitar reseñas falsas, razón por la cual a partir de marzo de 2022 el “restaurante” comenzó a acumular decenas de elogios, escritos por sus propios amigos como una broma.
Una semana después, Jalali recibió a una pareja en la puerta de la casa que le dijo: “Estamos aquí por el bistec”. Los compañeros de cuarto los rechazaron, pero en ese momento comenzaron a jugar con la idea de abrir un restaurante real, así que crearon un sitio web con una lista de espera.
Fue entonces cuando se pusieron en contacto con personas en la lista de espera e hicieron algunas investigaciones de mercado. Luego desarrollaron un menú de cuatro platos y le pidieron a un chef experto que probara y criticara sus platos.
Jalali comenzó a reclutar amigos para formar el personal voluntario, obtuvieron una licencia de venta de bebidas alcohólicas de un día, permisos para manipular alimentos y un número de teléfono local para invitar a selectos clientes de la lista de espera a su efímero restaurante.
No a todos les hizo gracia: una pareja amenazó a Mehran con emprender acciones legales después de descubrir que su “restaurante era falso”. Otros, sin embargo, consideraron la farsa como un raro momento de entretenimiento, absurdo y comestible, en una ciudad que a menudo se toma demasiado en serio su comida.