Desde su apertura, el 17 de septiembre de 1964, el Museo Nacional de Antropología (MNA) fue concebido como un espacio para investigar, conservar y divulgar, amena y profundamente, el legado cultural de México, tanto el de los pueblos de su pasado remoto como el de aquellos que lo habitan actualmente. Este 2023, cuando el recinto celebra su 59 aniversario, dicha vocación no solo se mantiene sino que se refuerza.

Si bien el inmueble mismo, diseñado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, es en sí una galería: con su estanque central que recrea el paisaje lacustre de la Cuenca de México, o sus celosías inspiradas en el Cuadrángulo de las Monjas de la Zona Arqueológica de Uxmal, los bienes patrimoniales que resguarda, como si de un iceberg se tratara, van más allá de los que hay en sus salas.

Derivado de recientes acciones emprendidas por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el museo, el cual además de las labores que diariamente realiza para indagar y preservar las piezas que forman su bodega de colecciones y su acervo documental, recibió, en agosto de 2023, al Archivo Nacional de Arqueología.

Con el arribo de este fondo, compuesto por más de 2,500 metros lineales de documentos e informes del devenir de la arqueología mexicana, suman ahora cuatro los acervos en su interior: la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), el Centro de Resguardo de Restos Humanos y el Archivo Histórico del Museo Nacional de Antropología (AHMNA).

El primero de estos cuatro repositorios está adscrito a la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH; el segundo es la piedra angular de la red de bibliotecas y archivos documentales del instituto; el tercero es el principal acervo de la Dirección de Antropología Física; y el cuarto relata el devenir del propio museo, recinto emblemático del país.

Así, algunos de los bienes culturales que con mayor celo alojan los muros del MNA, custodiados en casos específicos con sistemas de videovigilancia y otros filtros de seguridad, como bóvedas de nivel bancario, son, por ejemplo, los restos óseos de individuos precerámicos, entre ellos los de la Mujer del Peñón III, cuya antigüedad es mayor a los 12,000 años, o bien, el Códice Maya de México, el manuscrito legible más antiguo conocido en el continente americano, cuya elaboración debió ocurrir entre los años 1021 y 1152; y el primer libro de visitantes distinguidos del antiguo Museo Nacional de México.

Dentro de la BNAH se cuenta con una bóveda de códices compuesta por 102 documentos originales –dos prehispánicos y 100 de época virreinal– y 98 copias históricas.

Además, esta biblioteca resguarda la Colección Antigua –integrada por 900 volúmenes de los siglos XVI y XIX– y el archivo de Ignacio Ramírez “El Nigromante”, reconocidos por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura como Memoria del Mundo nivel México, lo que equivale a decir que son acervos únicos y de valor universal, en lo tocante a sus contenidos.

No menos trascendentes son las más de 10,000 cajas –algunas con entierros individuales y otras con osarios completos– que integran el Centro de Resguardo de Restos Humanos, ubicado en el sótano del MNA, compuesto por cuatro áreas principales: la primera, integrada por materiales prehispánicos; la segunda, por aquellos que datan de la época virreinal; la tercera, por aproximadamente 100 cuerpos momificados; y la cuarta, relativa a una bóveda de seguridad destinada al cuidado de elementos únicos, como restos humanos fosilizados o huesos que preservan las huellas de heridas o de enfermedades de especial interés para la antropología física y otras disciplinas.

Al igual que los dos repositorios ya abordados, el Archivo Nacional de Arqueología del INAH aloja la parte más sustancial de la memoria arqueológica mexicana, como son los informes, fotografías, mapas, planos, notas de campo y otros documentos dejados por arqueólogos como Manuel Gamio, Eulalia Guzmán, Alberto Ruz y Paul Kirchhoff, entre otros.

Instalado también en el sótano del MNA, este acervo cuenta con documentos que se remontan a 1914 y dan cuenta de los más icónicos proyectos arqueológicos conducidos en el México de mediados del siglo XX, como fueron los de los sitios de Palenque, Monte Albán y Teotihuacan.

Por su parte, el AHMNA custodia los documentos históricos del museo, desde sus orígenes en la calle de Moneda No. 13, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y su traslado al Nuevo Museo Nacional de Antropología en el Bosque de Chapultepec, en 1964. Cuenta con dos fondos documentales y uno fotográfico, integrados por más de 30,000 expedientes y 8,000 especímenes fotográficos, entre los que destacan el nombramiento del primer conservador del museo, el catálogo del Salón de Monolitos, los documentos de la planeación del MNA y las fotografías de la construcción del propio museo.

En sus orígenes, estos cuatro fondos anteceden, incluso, a la fundación del propio INAH, en 1939, pues se remontan a la época porfirista y al antiguo Museo Nacional; no obstante, sus devenires ahora se reúnen en un solo espacio.

Aunque la consulta de algunos de los bienes culturales citados está limitada a investigadores, continuamente se realizan exposiciones temporales y se emprenden esfuerzos de divulgación en redes sociales o de digitalización para su consulta en línea.

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