El cantautor brasileño Francisco Buarque de Holanda, o simplemente Chico, cumple este miércoles 80 años más volcado a la literatura que a la música y fiel al activismo político que ha guiado su obra durante las últimas seis décadas.

La vena intelectual le vino desde la cuna. Hijo de Sérgio Buarque de Holanda, historiador, sociólogo, escritor y ya en la época una de las mayores referencias culturales de Brasil, y de Maria Amélia Alvim, pianista y artista plástica, ambos socialistas.

Aun así, en su juventud llegó a cursar dos años de arquitectura, encandilado por la figura de Óscar Niemeyer, gran amigo de su padre.

Sin embargo, a inicios de los años 60, lo cautivó la bossa nova, creada por otros visitantes asiduos de la casa familiar: Vinícius de Moraes y Tom Jobim.

“Dejé la arquitectura y me convertí en aprendiz de Jobim. Cuando mi música sale bien, imagino que es de Jobim, pero la música de Tom, para mí, es como las casas de Óscar”, declaró hace unos años.

La MPB y la resistencia a la dictadura

Está considerado uno de los grandes poetas de la música brasileña y comenzó a ser conocido a inicios de los años 60.

Tuvo como plataforma unos festivales que promovían nuevos talentos y descubrieron a otras figuras emblemáticas, como Gilberto Gil, Cateano Veloso, Milton Nascimento o Elis Regina.

Surgía lo que luego se conoció como Música Popular Brasileña (MPB), que pasó a tener ribetes políticos a partir de 1964, cuando un golpe militar instauró una dictadura que se prolongó hasta 1985.

La resistencia al autoritarismo lo tuvo como una de sus voces más activas y lo pagó con el exilio. Perseguido y censurado, en 1969 partió hacia Roma, pero después de 14 meses optó por volver a Brasil aconsejado por Vinícius de Moraes: “Debes seguir haciendo ruido”, le dijo.

Con su fama como antídoto contra la persecución, compuso en esa época algunos himnos de la lucha política contra la dictadura, como ‘Vai passar’, entonada por la izquierda otra vez a partir de 2019, cuando el ultraderechista Jair Bolsonaro asumió la Presidencia de Brasil.

En 2022, igual que lo había hecho desde los años 90, se sumó a la campaña que llevó al poder al actual mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva, a quien su padre acompañó en 1980 en la fundación del Partido de los Trabajadores (PT).

La faceta intimista y literaria

Su obra a partir de la caída de la dictadura en 1985 adquirió un tono más intimista y exploró el universo femenino, pero siempre con la marca de la crítica social y su particular visión de cronista.

También retomó la literatura. Había escrito ya algunos cuentos, pero desde 1991, con la publicación de ‘Estorvo’, su primera novela, se volcó de lleno a la creación literaria.

Desde entonces ha publicado una novela cada unos cinco años y a los premios por su música ha agregado galardones como escritor.

El más importante, el Premio Camões de 2019, concedido por Brasil y Portugal en reconocimiento a su obra, pero que le fue negado por Jair Bolsonaro, por lo que acabó recibiéndolo en 2023, ya con Lula en la Presidencia.

Su primera vez en la prensa, fichado por la Policía

La fama de Buarque no comenzó como hubiera querido. Apareció por primera vez en la prensa el 30 de diciembre de 1961, a los 17 años, detenido por robar un automóvil junto a un amigo para “dar una vuelta”.

Avergonzado, lo explicó como un “entretenimiento” de la juventud de la clase media alta de São Paulo, donde vivía entonces.

Pasó una noche en una comisaría y fue liberado, pero bajo una prisión domiciliaria parcial, que le impidió salir por la noche durante 172 días.

En esas noches se perfeccionó en la guitarra con su hermana Miúcha y compuso sus primeros poemas, que poco más tarde estarían en la boca de millones de brasileños.

Con su ficha policial (RI5950) estampó en 1993 la carátula del disco ‘Paratodos’ y aludió al hecho en la canción ‘A foto da capa’, la cual dice que “el retrato del artista cuando mozo, no es prometedor ni cándida pintura. Es la figura del ladrón ostentoso”.

Su última foto en vísperas de sus 80 años ha sido bien diferente. Se publicó el pasado fin de semana y aparece con el exfutbolista Raí en protestas contra el avance de la ultraderecha en Europa en las calles de París, donde cada año pasa unos seis meses.

Un retrato mucho más acorde a lo que ha sido su pensamiento desde que se volcó a las artes de la música y la literatura.

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