La recién estrenada presidenta de México, Claudia Sheinbaum, arranca su mandato con una aprobación del 70 %, un inicio sólido que supera la popularidad con la que Andrés Manuel López Obrador, su predecesor, concluyó su gestión. Según la encuesta de El Financiero, la cifra refleja una importante dosis de confianza pública, pero también una expectativa palpable. ¿Será Sheinbaum capaz de cumplir las promesas y demostrar que puede mejorar en los temas que atormentan a la nación, como la seguridad y la economía?

Al iniciar su mandato el 1 de octubre, Sheinbaum carga con el peso de las expectativas en temas sensibles y divisivos, donde el balance entre continuidad y cambio es crucial. Los apoyos sociales y los derechos de las mujeres destacan como áreas con opiniones favorables, lo que subraya la percepción de Sheinbaum como defensora de las causas sociales, una marca distintiva de su carrera política. Sin embargo, los resultados en rubros como la economía (27 % de aprobación) y la reforma judicial (26 %) evidencian áreas en las que la mandataria aún tiene mucho por demostrar.

Uno de los desafíos más críticos para el nuevo gobierno es la seguridad. Con un 75 % de opinión desfavorable en el combate al crimen organizado y apenas un 48 % de aprobación en seguridad pública, los resultados muestran que este es el talón de Aquiles para la presidencia de Sheinbaum. Este indicador no sorprende, pues México ha lidiado durante décadas con altos niveles de violencia que las últimas administraciones no han logrado resolver. La presidenta ha prometido una estrategia de seguridad distinta, basada en la prevención del delito y el combate a la pobreza como raíz de la violencia; sin embargo, estas promesas requieren un esfuerzo coordinado y recursos considerables que no se materializan de inmediato.

Sheinbaum ha heredado un escenario de violencia que no solo afecta a la ciudadanía en sus actividades cotidianas, sino que también limita el desarrollo económico y la inversión. Un verdadero cambio en este ámbito no solo exigiría innovaciones en la estrategia de seguridad, sino también un compromiso para reformar y fortalecer las instituciones de justicia. Con solo un 26 % de aprobación en temas de reforma judicial, la encuesta deja en claro que el gobierno necesita ganar confianza en su capacidad para abordar estos problemas de fondo.

La economía es otra área donde la presidenta enfrenta una percepción crítica: solo un 27 % de aprobación. Esto podría interpretarse como un reflejo del escepticismo público respecto a su capacidad de crear un entorno de crecimiento económico sostenido en medio de los desafíos globales. El modelo económico que defina su gobierno será determinante para ganar o perder el apoyo popular, pues el país requiere inversiones, políticas laborales sólidas y un impulso en sectores estratégicos que logren mejorar el poder adquisitivo de los mexicanos.

Por otro lado, los apoyos sociales cuentan con una aprobación favorable del 70 %. Este dato indica que las políticas de bienestar, una herencia directa del gobierno de López Obrador, son bien recibidas y se ven como un logro del actual gobierno. No obstante, la presidenta deberá resolver la difícil ecuación de mantener estos programas sociales mientras busca incrementar la inversión en infraestructura y desarrollo económico.

Mantener los apoyos sociales en un contexto económico frágil podría terminar ejerciendo presión sobre el presupuesto y la deuda pública. Además, cualquier desacierto en el manejo económico podría tener un impacto directo en el respaldo de los sectores más desfavorecidos, quienes hasta ahora ven en Sheinbaum a una aliada de sus intereses.

La alta aprobación inicial de Sheinbaum también conlleva el desafío de demostrar que es más que una continuación de López Obrador. Si bien su relación cercana con él le ha asegurado una base sólida de simpatizantes, Sheinbaum necesita construir su propio legado. Los ciudadanos le han otorgado un voto de confianza en atributos como la honestidad y el liderazgo, con una aprobación del 68 % en ambas categorías, pero esto no es suficiente para enfrentar los retos. El país necesita ver cambios reales, especialmente en la calidad de vida, la justicia y el control del crimen.

López Obrador consolidó una administración con una mezcla de apoyos sociales y un discurso antielitista que conectó profundamente con el electorado. Sin embargo, muchos de los problemas estructurales en México persisten. Sheinbaum debe demostrar que puede ir más allá de esta plataforma y construir soluciones sostenibles, incluso si eso implica distanciarse de su predecesor en algunas políticas.

La encrucijada del diálogo y la gobernanza

Sheinbaum ha dado señales de apertura y disposición para escuchar a la ciudadanía y establecer canales de diálogo. Pero para abordar problemas tan complejos como la inseguridad y la corrupción, será necesario un esfuerzo de cooperación y coordinación con diferentes sectores de la sociedad y, especialmente, con las autoridades estatales y municipales.

Con un panorama tan dividido, una política de confrontación podría alienar sectores cruciales y perjudicar su capacidad para gobernar. Los temas de corrupción y crimen requieren un enfoque de gobernanza incluyente, en el que la presidenta pueda integrar a diferentes actores políticos y sociales en la búsqueda de soluciones. La encuesta muestra que la ciudadanía percibe de manera positiva su capacidad para dar resultados (58 %), pero esa percepción está lejos de ser una garantía.

Claudia Sheinbaum comienza su presidencia en un momento de alta expectativa. Su índice de aprobación inicial le proporciona una ventana de oportunidad para implementar políticas audaces y hacer cambios significativos. Sin embargo, el país espera ver resultados reales y sostenibles, especialmente en seguridad, economía y justicia.

Si Sheinbaum logra innovar en las estrategias de seguridad, diversificar la economía y consolidar un gobierno inclusivo, podría marcar una diferencia significativa y establecer un legado propio. Pero el camino no es fácil, y su popularidad inicial será sometida a prueba mientras el país observa con detenimiento cada paso de su administración.

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