Carl Nebel (1805-1855), originario de Hamburgo, fue un ingeniero, arquitecto y pintor que llegó a México en 1828, siete años después de la Independencia, por influencia de Alexander von Humboldt (1769-1859) y sus extraordinarios relatos sobre sus viajes a diferentes pueblos indígenas de América.

Su interés en la cultura mexicana se concentró, principalmente, en la historia de su pasado prehispánico, el cual capturó en 50 litografías, las cuales están contenidas en dos álbumes de imágenes: el primero, publicado en París, en 1836, titulado “Voyage pittoresque et archéologique, dans la partie la plus intéressante du Mexique”; y en la primera reedición del libro en español, Viaje pintoresco y arqueológico sobre la parte más interesante de la República Mexicana, en los años transcurridos desde 1829 hasta 1834, impreso en 1851.

El investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dependencia de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, Leonardo López Luján, abordó la historia de Nebel y su paso por México, en el siglo XIX, en la conferencia Carl Nebel y la arqueología mesoamericana (1829-1834), dictada en el ciclo “La arqueología hoy”, organizado por El Colegio Nacional, del cual es miembro.

Las imágenes del dibujante alemán muestran su recorrido por nuestro país y se han convertido en un testimonio de la riqueza cultural mesoamericana, así como un referente para la arqueología, refirió el investigador del INAH.

Las 50 láminas dibujadas por Nebel, detalló, se pueden clasificar en tres ejes temáticos: escenas costumbristas, paisajes y escenas urbanas, y arqueología, por lo que adquieren valor histórico, además del artístico.

En la ponencia, López Luján mostró algunos de los monumentos y lugares que visitó Nebel, plasmados en sus litografías, entre los que resaltan la Piedra del Sol, que reprodujo con gran detalle, así como la Coatlicue, la cual descansaba en el entonces recién inaugurado Museo Nacional.

Ambos monumentos, apuntó el arqueólogo, aparecen como emblemas de la antigua ciudad de Tenochtitlan.

Otro monumento mexica que dibujó fue la Piedra de Tízoc, la cual se ubicada al lado de la Piedra del Sol, y en su libro aparece con el nombre de “Plan de la Piedra de Sacrificio y figuras de barro”. Esta talla tiene 15 escenas de conquista, las cuales fueron copiadas en una de sus litografías.

Otros objetos inmortalizados por Nebel, puntualizó el conferencista, son diferentes instrumentos musicales de origen mesoamericano y figurillas de barro de deidades, como Xipe Tótec.

Entre los testimonios dejó de su recorrido por el territorio mexicano, agregó, destacan la litografía de una vista panorámica desde Tacubaya y el dibujo de la pirámide de Cholula.

En Xochicalco visitó y dibujó las ruinas de la pirámide homónima e, incluso, realizó una litografía que tituló Restauración de la pirámide de Xochicalco, en la que imaginó un monumento de cinco cuerpos de dicho recinto prehispánico; asimismo, realizó detalles de los bajorrelieves.

También, sobresale un plano de la localidad de Tetlama, en el municipio de Temixco, Morelos; y en Veracruz dibujó las ruinas un antiguo templo totonaca, en Tuzapan; mientras que en su paso por Malpica rescató relieves de estilo tajinesco, los cuales se pueden admirar a detalle en sus libros.

En su estancia en Veracruz, también acudió a El Tajín e inmortalizó su pirámide; sin embargo, Nebel se tomó algunas licencias artísticas para reconstruir las partes del basamento que están incompletas.

Por último, dijo, en Zacatecas dibujó las ruinas de La Quemada, un plano del lugar y una de las plazas interiores del recinto arqueológico.

Shares: