Por Carlos Silva, La lengua de Dante.
Cada época tiene su toque, el sello que la caracteriza, la que actualmente nos está correspondiendo vivir tiene mucho de extraño, por ahora parece quedar más claro que no son los tiempos para los demócratas liberales, que de distinta forma y en distintas latitudes, han ido cayendo uno a uno frente a las preferencias de electorados que tienen comportamientos, también ciertamente extraños.
Parte de los principales empeños de los personajes que han venido surgiendo a partir de la insatisfacción con la democracia, se orienta a demoler las instituciones de las que, en un primer momento, se valieron para llegar al poder, es decir, este tipo de nuevos liderazgos autócratas llegaron al poder mediante las oportunidades que les brindó la democracia, solo para tras su llegada, orientar sus esfuerzos a destruir a esas mismas democracias, pero desde adentro.
Empero, hay que decirlo también, en buena medida esto fue posible debido a la profunda insatisfacción que mucha gente mantiene sobre la idea de que la democracia no está funcionando en virtud de que sólo sirve a los intereses de los ricos y los poderosos, lo que a su vez generó, altos esquemas de polarización y un sentimiento de descontento cada vez más acentuado contra las élites, lo que a su vez ha terminado por fracturar el sistema de partidos para dar acceso a este tipo de alternativas que hoy dinamitan a las democracias desde sus entrañas.
En nuestro país, la gente prefiere mantener las transferencias de dinero que mensualmente le han venido haciendo los gobiernos de Morena, aún si ello les implica perder libertades, acotar y disminuir la división de poderes en aras de fortalecer el ejercicio autoritario al que en muchas latitudes ya estábamos desacostumbrados.
Por ahora y según parece, nos tendremos que ir acostumbrando a esquemas en donde dominan la mentira, las sinrazones y el manejo de muchas medias verdades, todo con tal de que algunos mantengan los beneficios que les significan y cuestan a muchos de las más diversas formas.