Por Carlos Silva, La lengua de Dante.

No es un demócrata, es un lobo con piel de oveja, alguien que predica un discurso, pero en los hechos, hace otras cosas, es alguien que pregona una lucha contra la corrupción, pero la prohija entre los suyos, en su círculo más cercano, la tolera incluso, entre los miembros de su familia. Sabe que goza de una extraña aura de popularidad que le permite todo eso, tristemente, también es rehén de su propio mundo de resentimientos, odios y un claro deseo de venganza. Es en esencia, un autócrata y son sus acciones las que así lo definen.

Sabe que fueron dieciocho años de campaña y seis gobernando y regalando prebendas los que le otorgaron un incuestionable triunfo a Claudia, su candidata impuesta, la más a modo de entre todos los aspirantes a sucederlo y sabe que ella es consciente de eso, de su propia fragilidad y por ello, apuesta por el silencio complaciente de quien será su sucesora, pero no quien gobierne.

Hasta hace algún tiempo parecía posible creer en la conseja aquella de un presidente que en su oportunidad que no imaginaba a un presidente despertando todos los días imaginando la forma de perjudicar a su país, hoy eso no parece solo probable, sino una realidad que ha mostrado a lo largo de los últimos cien días de su gobierno, en donde parece estar dispuesto a todo, a lo que sea, a echar por la borda todo lo avanzado con tal se seguir adelante con el plan que se ha trazado. Al final de cuentas quien podría encararlo para señalarle sus errores si la propia oposición, toda, viene de naufragar tras sus propios yerros.

Lo pero que es que nadie adentro de su partido, fuera de este y en la sociedad misma parecen dispuestos a plantarle la cara y ponerle un alto a su intentona totalitarista, esa que lo ha llevado a creer que el pueblo es bueno, acaso porque el pueblo es él.

Por ahora el destino de muchos depende de muy pocos, depende de que 43 senadores se mantengan firmes e impidan que en sus últimos días como gobernante el nuevo Plutarco sea parado en seco, por ahora el destino de muchos parece estar en las manos de una sola persona, de aquella que guiada por sus intereses personales decida otorgar y sumar su voto al de la bancada oficialista. Por ahora parece que el destino de mucha gente y por mucho tiempo estaría en manos de uno o dos senadores de Morena que estuvieran dispuestos a mostrar sus arrestos y contradecir al hombre que piensa que solo él tiene la razón, pero lo que es más, no haría falta incluso eso, bastaría con que uno o dos de los senadores de Morena no llegaran a la sede del senado el día de la votación.

Por ahora, la suerte y el destino de muchos parece estar en manos de muy poca gente y por momentos, pareciera que todo está en control de un solo hombre, del nuevo Plutarco, el del sur, el de Macuspana.

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