Por Carlos Silva, La lengua de Dante

Lo que ocurre en una de las democracias más emblemáticas, invariablemente es algo que tiene repercusiones de todo tipo en el resto del mundo.

Por anticipado se sabía que la reedición de una contienda entre Joe Biden y Donald Trump se antojaba para ser una de las peores contiendas presidenciales en una de las mayores democracias, de Biden, por su avanzada edad y el notorio deterioro que limita severamente sus facultades y de Trump, porque son bien sabidas sus dotes histriónicas, de las que hace un gran alarde para el despliegue de sus recurrentes y reconocida manera de mentir.

Se trata de dos hombres que representan que representan la decadencia de una democracia, son los candidatos de mayor edad que han concurrido a las elecciones presidenciales en Estados Unidos, pero al mismo tiempo, los peores candidatos que se han presentado a estos comicios representando a las principales fuerzas políticas en aquel país, a los partidos Demócrata y Republicano; son en resumen, el extremo de los excesos de la democracia estadounidense.

Me parece que a nadie le cabe la menor duda acerca de las posibilidades, muy reales, de que Trump regrese a la presidencia estadounidense y también, pocos ponen en tela de juicio el hecho  de que quizá Biden no representa la mejor posibilidad para plantarle cara al mentiroso norteamericano y en conjunto, todo esto venga a ser lo que facilite el retorno del megalómano pelirrojo, empero ¿De veras Trump y Biden son las mejores alternativas que pueden presentar a las elecciones las dos fuerzas políticas más significativas en aquel país? Por ahora, parece que sí y es con lo que tienen que conformarse los electores norteamericanos.

De por sí el sistema de electores estadounidense es anquilosado y ha provocado no pocas contrariedades en un par de elecciones en los que al final resulta ganador no aquel candidato que acumula el mayor número de votos, sino el que suma el mayor número de electores, en algo que resulta difícil de explicar, situación que se agrava por el hecho de que ninguno de los dos principales partidos ha logrado construir proyectos o aglutinar mejores perfiles que los de sus vetustos candidatos que hoy presentan a las elecciones presidenciales.

Quizá en algún momento, la tartamudez de Biden no representó mayores problemas, sin embargo las evidentes señales que dejó tras el primer debate, han dejado la triste evidencia de que las facultades físicas e intelectuales del actual presidente norteamericano, están muy mermadas y muy lejanas de lo que aquel país requiere, particularmente en un panorama mundial con las actuales complejidades.

En el otro extremo, la alternativa que para buena parte del electorado estadounidense sigue representando Trump es inédita, la de un exacerbado mentiroso que miente con pasión y por pasatiempo, algo que parece no importarle tanto a los electores estadounidenses que caen rendidos ante sus estridencias.

Sin embargo todo ello no es lo peor, porque tales excesos solo son reflejo de algo que también ocurre en nuestro país y es el hecho de que, toda vez que la participación de los ciudadanos se ve severamente limitada a poder hacerlo a través de los partidos políticos, estos, han reducido aún más las verdaderas posibilidades para que cualquier ciudadano pueda hacerlo, limitando las alternativas a personajes que de ninguna manera, representan las mejores opciones, de forma que los electores deben conformarse solo a poder votar por lo que hay, aún y cuando las opciones en contienda, sean mediocres en todos los casos.

Es bien sabido que las mentes más claras, que las personas más inteligentes son reacias a participar en la política, lo que de suyo reduce los niveles de inteligencia entre quienes despliegan la acción política, si a esto agregamos las severas limitantes que los partidos políticos establecen, se tiene que los candidatos que estas agrupaciones postulan no son necesariamente los mejores perfiles y tenemos así, que las posibilidades de los electores quedan reducidas a elegir entre los mediocres perfiles que postulan los partidos políticos y así ha venido siendo el juego de la democracia.

Esto ocurre no solo en Estados Unidos, sino también en México, analicemos los perfiles de quienes estuvieron en la contienda presidencial y lleguemos a la conclusión acerca de si esos fueron los mejores perfiles que cada instituto político pudo postular, como sea, los electores no tuvimos mayor alternativa y solo pudimos remitirnos a tratar de elegir, no entre los mejores, sino entre la opción menos mala.

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