Andy Dinsdale comenzó a caminar por la costa sur de Inglaterra en busca de un “corazón de mar”, una resistente semilla de caoba transportada por las corrientes oceánicas desde las selvas tropicales de Centroamérica y Sudamérica.

En su búsqueda por encontrar una, inadvertidamente se convirtió en un experto en contaminación plástica.

Durante los últimos 20 años, Dinsdale ha sido testigo de la transformación de Camber Sands, un tramo de unos 3 kilómetros de arenas doradas y dunas, de una de las zonas costeras más apreciadas de Gran Bretaña a la primera línea de una crisis ambiental creciente.

Pero no estaba preparado para lo que vio a principios de noviembre. Mientras Dinsdale y el grupo de científicos ciudadanos Strandliners peinaban la playa para una encuesta de contaminación, descubrieron algo peculiar: una asombrosa cantidad de pequeñas perlas plásticas negras que estaban esparcidas por la arena.

Millones de microperlas —bolas de plástico del tamaño de granos de pimienta usados en algunas plantas de tratamiento de aguas residuales para hacer crecer bacterias que ayudan a descomponer contaminantes durante el paso final del proceso de limpieza— habían acabado en el Canal de la Mancha tras una falla mecánica ocurrida días antes en una planta de tratamiento de agua a más de 56 kilómetros de la costa.

Se estima que 10 toneladas —o hasta 650 millones de perlas— escaparon al mar, mezclándose con la arena, deslizándose hacia los arroyos e infiltrándose en los pantanos salinos de la Reserva Natural Rye Harbour contigua, uno de los humedales costeros con mayor importancia ecológica del Reino Unido. El derrame representa uno de los peores desastres ambientales del Reino Unido en años.

Tras el llamado de atención de Strandliners y legisladores locales, Southern Water, la empresa privada de servicios que posee la planta, aceptó la responsabilidad por el incidente del 29 de octubre, diciendo el 10 de noviembre que estaba “muy apenada”.

La noticia del derrame desató un esfuerzo masivo de voluntariado, con hasta cien personas al día en la playa, trabajando con coladores de cocina, tamices y cubetas en los primeros días de la limpieza.

Desde entonces, Southern Water ha enviado equipos de limpieza al lugar, trabajando con autoridades locales y contratistas independientes. La empresa ha prometido cubrir todos los costos relacionados con la limpieza, aunque algunos consumidores temen que, al final, el costo termine repercutiendo en sus facturas de servicios.

Southern Water afirmó que creía haber recuperado el 80 % de las perlas de la playa hasta el 11 de noviembre, pero reconoció que probablemente seguirían llegando más con futuras mareas altas.

“Estas microperlas estarán aquí para siempre”, dijo Dinsdale, caminando por la orilla en un día gélido pero bañado por el sol.

“Lo horrible para nosotros es que son tan pequeñas, así que cuando la gente pasa junto a ellas, solo piensa que son pedacitos de algas… o trozos de piedra o grava”.

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