La banda irlandesa, celebra la crítica estadounidense. inaugura con su residencia en la Ciudad del Pecado «una nueva era de música en vivo»

abc / Las Vegas, ya lo decía Paul McCartney, es el lugar al que las estrellas van a morir, lo más parecido al cementerio de elefantes del pop, pero U2 se las ha apañado para convertir la ciudad del pecado en escenario de su inesperada resurrección. O, como mínimo, en fastuoso y mareante sarcógafo. Porque lo de los irlandeses no es un simple concierto, sino todo un acontecimiento: una residencia especial (y, según se mire, también espacial) para la que se ha construido un pabellón esférico con capacidad para 18.600 personas que es también, con sus 54.000 metros cuadrados, la pantalla LED más grande del mundo.

Una extravagancia audiovisual llamada The Sphere en la que el empresario James Dolan ha invertido 2.300 millones de dólares y que cobró vida el pasado viernes con un espectáculo que dejó a público y crítica boquiabiertos. «U2 abre una nueva era de música en vivo en el impresionante concierto inaugural de The Sphere en Las Vegas», resumía la revista ‘Rolling Stone’.

«U2 nunca ha sido una banda conocida por su amor a la falsa modestia, pero incluso para sus estándares, su llegada a Las Vegas representa un grado de grandiosidad hasta ahora inimaginable», apuntaba Alexis Petridis en su reseña para ‘The Guardian’. «¿Fue extraordinariamente mundano o mundanamente extraordinario?», se preguntaba el crítico de ‘The New York Times’.

Si hace años Bono y compañía ya intentaron revolucionar la música en directo con las giras ‘Zoo Tv’ y ‘360º’, ahora han querido ir aún más lejos, hasta el infinito y más allá, con una escenografía colosal que engulle al público y lo arrastra al interior de un prodigio tecnológico de sonido inmersivo y alta defición.

Una «catedral de Elvis», como la presentó el cantante irlandés, en la que la banda se encerrará durante al menos 25 noches para esquivar aquella medianía incomprensible que fue ‘Songs Of Surrender’ y recuperar al completo ‘Achtung Baby’, su audaz y disruptivo clásico de 1991, ante ilustres invitados como Dr. Dre, Snoop Dogg o un Paul McCartney que quizá ande sopesando cambiar de opinión respecto a Las Vegas. «Es como una combinación de IMAX y la Estrella de la Muerte con mucha arrogancia; un viaje mental de gráficos artísticos y un botín de canciones sentidas», podía leerse en el ‘USA Today’. Prometedor, ¿verdad?

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