X sigue sin ser conocido así. Todos le dicen Twitter todavía, por más voluntad que ponga Elon Musk en hacer que la joya de su corona tenga un nombre vinculado a su imperio empresarial. Pero lo que sí ha conseguido Musk, sin duda, es sacudir las emociones de los usuarios de esta red social. Cada cambio ha sido dotado de un dramatismo total: la nostalgia abraza a los románticos que quisieran que todo siguiera igual que siempre. Y Musk no es de esos. Todo lo quiere a su modo.

Ya no es el color azul el distintivo. No existe más aquella ave celeste que tantas aventuras vio nacer y morir. Ahora es una X que bien a bien no dice mucho: sólo nos recuerda que hubo alguien con tanto dinero para comprarse Twitter y hacer lo que quisiera. Lo último ha sido creativo: eliminar los me gusta de la visibilidad pública. A partir de esta semana, los me gusta que una cuenta la da a otras ya no son de conocimiento colectivo. Qué tragedia.

Había un apartado que ya es historia: ahí se podía consultar la actividad de las personas. Era el segmento privado más público de todos los tiempos, si nos ponemos rigoristas. Dar un me gusta es una decisión privada, pero que ahí se conocía para todos. Muchos hasta lo tomaban como algo más serio. Decían que no había mejor forma de conocer a una persona que viendo sus me gusta en Twitter. O al contrario: repartir los me gusta de manera premeditada y hasta estratégica para que todos vieran lo que tú les querías mostrar. Pues eso se acabó. Pero calma, que todavía quedan los compartidos en TikTok, otra forma moderna de entender la personalidad de alguien.

Por más gracioso que sea verlo de ese modo, y que sea un chiste pensar que puedes conocer a alguien por sus likes, es un hecho que esta medida de X subraya un curioso placer humano: el del chisme. Algunos lo llamarán ociosidad (y no les faltará razón): vaya que hay que tener tiempo para meterse a ver los me gusta de nuestros amigos y conocidos (y para cuidar los propios). Pero pasaba. Pocos, realmente muy pocos, pueden presumir nunca haberlo hecho. Era normal. Si Twitter te daba esa posibilidad, quedaba en ti aprovecharla o dejarla ir. Se trataba de un ritual compartido y no juzgado.

Y si la vida te da limones, haz limonada. Hasta ahora. Ya no más: es el fin de una era en las redes sociales. Es un acto que favorece la privacidad dirán algunos. No tiene razón de ser y todo estaba mejor antes, repondrán los otros. Y ambos tendrán un poco de razón. Eso había existido siempre y nadie se quejaba al respecto. De repente, la nueva administración de Twitter decidió que era mejor hacer cambios. ¿La finalidad? No se entiende muy bien ni aunque se comprendiera dejaría contenta a la muchedumbre desencajada por su falta de chisme.

Las críticas para Musk han ido en función de la supuesta limpia de bots que prometió cuando llegó a Twitter: dicen que como no puede acabar con ellos, mejor los va a ocultar… vaya, cuadra. Todos los problemas están resueltos de antemano si se ponen debajo de la alfombra. Ahora nadie puede saber a ciencia cierta si hay bots porque no se pueden consultar los likes tampoco de las publicaciones. Ya se hará una costumbre en unos meses y todo habrá quedado atrás. Así nos acostumbran con los cambios trágicos.

La eliminación de la visibilidad de los ‘me gusta’ en Twitter/X pone de manifiesto nuestra naturaleza curiosa y un tanto chismosa. A pesar de la controversia y las críticas, solo el tiempo dirá si este cambio será visto como una mejora para la privacidad o como una pérdida de una de las peculiaridades que hacía a Twitter, bueno, Twitter. Por ahora, nos quedamos con la sensación de que algo más ha cambiado y que, una vez más, la plataforma que conocimos sigue alejándose un poco más de lo que fue.

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