Un jurado investigador federal rechaza una acusación en apenas 0.003 % de los casos en EE.UU.. Es decir, 1 de cada 33,000. Aun así, el gobierno de Donald Trump ha logrado que sus esfuerzos legales contra opositores se desmoronen dos veces, un hecho estadísticamente extraordinario y políticamente explosivo.

Los intentos por imputar al exdirector del FBI James Comey y a la fiscal de Nueva York Letitia James —ambos críticos del expresidente— han terminado, hasta ahora, en rechazo, desestimación o fallas procesales. En el caso de Comey, un jurado descartó el cargo principal y apenas aceptó dos menores. Luego, un tribunal anuló los procesos tanto contra Comey como contra James cuando se declaró ilegal el nombramiento de la fiscal especial Lindsey Halligan, abogada sin experiencia como fiscal, impuesta a contrarreloj bajo presión del propio Trump. La posterior reactivación del caso contra James volvió a fracasar: el jurado respondió “no, gracias”.

El Departamento de Justicia aún evalúa insistir, pero cada intento debilita más su posición. Para analistas legales y figuras incluso del ala conservadora, las acusaciones lucen frágiles, muy por debajo del estándar probatorio que enfrentan las causas penales contra el propio Trump.

Percepción pública juega en contra del expresidente

Una encuesta de la Universidad Marquette revela un contraste claro: 55 % cree justificadas las acusaciones contra Trump, pero 58 % considera injustificados los cargos contra sus adversarios políticos. Para el público, los casos impulsados por la Casa Blanca huelen a vendetta política, no a justicia.

El riesgo para Trump es doble: legal y narrativo. Si insiste, aumenta la posibilidad de que tribunales declaren acusación selectiva o vengativa, lo que podría tumbar cualquier proceso futuro. Además, las divisiones internas en el Departamento de Justicia ya son visibles; investigaciones colaterales incluso apuntan a posibles irregularidades en la gestión de casos contra otros críticos, como el senador demócrata Adam Schiff.

Una estrategia que puede volverse contra él

Trump parece empeñado en mandar un mensaje: hacer pagar a quienes lo enfrentaron. Pero los rechazos consecutivos sugieren que el boomerang está en el aire y comienza a regresar. El escenario más adverso no sería una victoria de sus rivales, sino que las únicas acusaciones exitosas terminen siendo contra funcionarios que intentaron construir casos políticamente motivados.

La pregunta se desplaza del “si logrará imputarlos” al cuánto costará políticamente seguir intentándolo. En tribunales y en la opinión pública, la balanza no está de su lado.

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