A tan solo tres días de que comience el esperado cónclave en el Vaticano, el ambiente en Roma es febril. Las reuniones privadas, negociaciones entre cardenales y alineamientos estratégicos se intensifican. A partir del miércoles por la tarde, 133 cardenales electores procedentes de 70 países –una cifra sin precedentes en diversidad y número– deberán tomar una de las decisiones más trascendentales para la Iglesia Católica: elegir al sucesor de Francisco.

Dos visiones enfrentadas

El cónclave se perfila como un verdadero referéndum sobre el legado del Papa Francisco. Por un lado, se encuentra el ala conservadora, que impulsa como favorito al cardenal italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano. A sus 70 años, Parolin representa una figura de experiencia diplomática que, según sus apoyos, traería orden a la “revolución bergogliana” y una dirección más tradicional.

En contraste, el bloque progresista busca consolidar las reformas de Francisco. Durante la novena congregación general previa al cónclave, se escucharon intervenciones que delinearon el perfil deseado para el próximo pontífice: una figura “profética, que dé esperanza” y asegure la continuidad de un modelo de Iglesia abierta, sinodal y cercana a los márgenes del mundo.

El respaldo al camino sinodal

Los cardenales identificados con el proceso sinodal –una de las apuestas más ambiciosas del pontificado de Francisco– han ganado visibilidad en los últimos días. Entre ellos se destaca el cardenal Jean-Claude Hollerich, jesuita luxemburgués, políglota y exrelator del sínodo. Hollerich ha manifestado su apoyo al cardenal maltés Mario Grech, de perfil más moderado pero también comprometido con el proceso de escucha global que implicó a fieles y clérigos durante tres años.

Otros nombres mencionados en esta línea reformista incluyen a Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella, y Robert Prevost, cardenal agustiniano estadounidense con vasta experiencia pastoral en Perú. Ambos cuentan con trayectorias ligadas a los valores de inclusión y justicia social promovidos por Francisco.

También aparece como una opción alternativa el cardenal filipino Pablo Virgilio David, popular en su país por su cercanía al pueblo y por su valentía frente al régimen de Duterte. Su firme compromiso con los derechos humanos y su defensa del legado sinodal lo han convertido en una figura respetada dentro y fuera del continente asiático.

Un cónclave en clave geopolítica y de reforma

La misa “pro eligendo Pontifice”, programada para la mañana del miércoles en la Basílica de San Pedro y presidida por el cardenal decano Giovanni Battista Re, marcará el inicio formal del cónclave. A partir de entonces, los cardenales quedarán incomunicados del exterior, alojados en la residencia de Santa Marta bajo estrictas medidas de aislamiento tecnológico.

En paralelo, crecen las tensiones por el tratamiento mediático de la elección. En Italia, donde muchos sueñan con el regreso de un papa nacional, se denunció recientemente un posible caso de censura: el semanario L’Espresso habría retirado un artículo crítico sobre Parolin antes de su publicación, generando protestas entre sus periodistas.

Un momento definitorio para el rumbo de la Iglesia

El cónclave de 2025 será, sin duda, uno de los más significativos en décadas. Refleja el rostro plural de la Iglesia actual y la tensión entre dos modelos eclesiales: uno de institucionalismo tradicional, y otro de renovación pastoral y sinodalidad. Lo que ocurra en la Capilla Sixtina no solo definirá al próximo papa, sino también el rumbo que tomará la Iglesia Católica en los años venideros. ¿Continuará la apertura iniciada por Francisco o se impondrá una restauración del orden?

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