A Bertha le angustia que deporten a su nieto de Estados Unidos porque sobrevive con el dinero que le envía a Honduras. Eliseo dejó su vida de sicario y ahora ayuda a rehabilitar pandilleros en una iglesia.
Sus vidas reflejan las dos plagas que azotan al país, la violencia y la pobreza, cuya discusión apenas asomó en la campaña para las elecciones generales del domingo, sin un claro favorito en las presidenciales, a una sola vuelta.
Ambas cuestiones lucen ahora más relegadas, luego del sorpresivo apoyo del presidente estadounidense Donald Trump al candidato y empresario derechista Nasry Asfura, anunciado el miércoles y que sacudió el tramo final de la campaña.
Fiel a su estilo, Trump atizó la polarización con duros ataques a los otros aspirantes: la oficialista de izquierda Rixi Moncada y el presentador televisivo Salvador Nasralla.
A Yuderlis Moreno, quen vende comida típica en una calle de Tegucigalpa, le “parece muy bien” el respaldo de Trump a Asfura.
Moreno, de 31 años, confía que con este espaldarazo “la gente que emigra entre rápido (a Estados Unidos) y tenga muchos trabajos” para ayudar a sus familias.
Pero de momento Trump mantiene cerrada la frontera y no ceja en su cruzada contra los migrantes, que este año se salda con casi 30.000 hondureños deportados. También revocó un estatus de protección migratorio a 51.000 ciudadanos de Honduras.





