Por Aldo Bautista @aldobautistal
Podemos ser queretanos «de toda la vida», de muchas generaciones, de los que saben quién es «el Flin», de los que no necesitan ir a La Mariposa, de los que estudiaron en el San Javier o nacieron en «la otra banda». También podemos ser queretanos de los que llegaron a esta ciudad apenas tras el sismo del 85, pero ya estudiaron en la Federal 1 y saben quién es Mariano Palacios, o incluso podemos ser de los que llegamos migrando de estados vecinos en los últimos diez años y no sabemos de cuántos arcos se compone el Acueducto. Todos, en cualquier formato, somos queretanos.
Pero otra cosa es la queretaneidad, el queretanismo, la identidad, ese algo que se va formando con el tiempo y también se puede heredar, al final es el gusto y el orgullo generado de manera natural por vivir en Querétaro. Hay mil formas de vivirla y generarla.
El cuestionamiento que da título a este texto se enfoca en si dicha identidad se puede vender, incentivar o conducir hacia algún lugar.
Intentos (campañas) han habido muchos, con mayor o menor suerte y obviedad. El último que llamó mi atención es el caso de Queretalove, que lleva varios meses generando distintos niveles de exposición y enfocándose en el primer cuadro de la ciudad, como si en los demás barrios y colonias no se pudiera vivir o amar a Querétaro. Queda claro a quién dirigen el mensaje. Está claro también, que nadie invierte dinero por puro amor al estado sin tener un asunto de fondo; cuesta trabajo creer que un grupo de felizólogos desinteresados estén trabajando tanto sin esperar nada a cambio. Poner banderitas, colocar anuncios luminosos, pagar espacios en espectaculares, pegar stickers, etc., todo forma parte de una campaña que con el tiempo, irá develando sus verdaderos intereses.
Por el momento queda otra pregunta: ¿A quién le interesa aprovechar nuestra identidad?