Después de un autoexilio de tres años en Estados Unidos, el excandidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya, ha regresado a México con la intención de registrarse como senador electo para la LXVI Legislatura. Su regreso, sin embargo, no está exento de controversia, dado que fue envuelto en el escándalo de sobornos en el caso Odebrecht, lo que cuestiona seriamente su integridad y credibilidad.

Anaya, quien también fue diputado y dirigente de Acción Nacional, llegó al Senado de manera furtiva, evitando la atención mediática que normalmente seguiría a alguien con su historial. Pese a su tono alegre, afirmando estar “muy contento” y dispuesto a “servir al país desde el Senado,” su regreso no puede disociarse de las serias acusaciones que enfrentó, mismas que lo llevaron a huir del país bajo el pretexto de una “persecución política.”

En agosto de 2021, en un intento por presentarse como una víctima del gobierno federal, Anaya se exilió, asegurando que no recibiría un juicio justo. No obstante, el contexto de su huida es crucial: fue señalado por Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, de haber recibido al menos 6.8 millones de pesos en sobornos para apoyar la reforma energética de Enrique Peña Nieto. Anaya evitó presentarse en el Reclusorio Norte, donde se le había citado, lo que levantó aún más sospechas sobre su inocencia.

En lugar de enfrentar las acusaciones, Anaya optó por huir, manteniéndose activo solo a través de videos semanales en redes sociales, desde la comodidad de su exilio, intentando mantenerse relevante en la esfera política. Ahora, con su retorno, busca el fuero que el Senado le otorgará, el cual lo protegerá de posibles procesos judiciales. Este fuero es la misma protección de la que gozará Javier Corral Jurado, exgobernador de Chihuahua, otro político cuya gestión ha sido cuestionada.

Pese a las críticas y la impugnación de su candidatura por Morena ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), los magistrados determinaron que Anaya, al no tener una orden de aprehensión vigente, podía mantener sus derechos político-electorales. Sin embargo, la falta de una orden de aprehensión no necesariamente significa inocencia, y su regreso plantea preguntas incómodas sobre la calidad de la clase política y el tipo de líderes que se perpetúan en el poder.

El regreso de Ricardo Anaya al Senado no solo representa su reincorporación a la vida política, sino que también reaviva los debates sobre la deshonestidad, la evasión de responsabilidades y el uso del poder para protegerse de las consecuencias legales.

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