Un escuadrón de combatientes prodemocracia birmanos arma drones para atacar una base militar, nuevo objetivo de una serie de ataques con bombas de fabricación casera que marca un punto de inflexión en la guerra contra la junta en el poder.
Un “Bombardero VIII”, con una carga explosiva de seis kilos, sobrevuela los árboles. “La posición militar está a cuatro kilómetros de distancia”, indica Soe Thuya Zaw, jefe de la unidad de drones, al tiempo que introduce las coordenadas en su teléfono. “Está a nuestro alcance”.
Unos minutos después, los drones llegan a la posición y, con un solo pulsar un botón, lanzan sus bombas.
El equipo sólo cuenta dos explosiones porque una de las cargas no explotó. Pero los tres drones regresaron intactos.
Con estos ataques, los combatientes desafían a la Junta y a sus aviones y helicópteros rusos y chinos por el dominio de los cielos.
“Mientras los pilotos del ejército, al mando de aviones de combate, nos atacan, nosotros también intentamos conquistar el cielo”, explica Soe Thuya Zaw, de las Fuerzas de Defensa del Pueblo (FDP) de Mandalay.
Es la “generación Z” (nacida entre 1997 y 2010 aproximadamente) la que está a cargo de los drones en su grupo, subraya.
El líder de la junta birmana, Min Aung Hlaing, reconoció que los bombardeos con drones obligaron al ejército a retirarse en varios frentes.
La alianza de grupos armados de minorías étnicas birmanas que luchan contra la junta utilizó 25.000 bombas aéreas en su reciente ofensiva, declaró el mes pasado.
Soe Thuya Zaw admite que sus drones tienen alcance limitado, por lo que cada ataque es arriesgado. “Estamos en la zona roja y los militares pueden atacarnos en cualquier momento”.
Pero en las últimas semanas, las operaciones en todo Birmania expulsaron a la junta de sus posiciones, atacaron aeropuertos y mataron a un alto oficial cerca de la frontera con China.






