Hace seis décadas, los vecinos de Xochimilco podían atrapar ajolotes con la mano. Hoy, ver en libertad a este anfibio —conocido por su aspecto de salamandra y dragón— es casi imposible. Sin embargo, académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han detectado su rastro genético en los canales de la zona lacustre, lo que confirma que aún sobreviven ejemplares silvestres, aunque en situación crítica.

El equipo encabezado por el biólogo Luis Zambrano utilizó la técnica de “ADN ambiental”, que permite identificar restos genéticos que animales y plantas dejan en el agua o el aire. Para ello, filtraron muestras tomadas en 53 puntos de Xochimilco, comparando las partículas con una biblioteca genética elaborada por científicos británicos. El hallazgo: presencia de ajolotes en áreas refugio y en un único punto fuera de ellas, lo que sugiere que algunos han resistido a la degradación y contaminación del ecosistema.

El proyecto, que inició en 2023 con apoyo de Conservación Internacional-México, ha cubierto solo un tercio de la zona y continuará en septiembre. Se prevé un censo actualizado para principios de 2026, que podría confirmar la drástica caída de la especie: de 6.000 ejemplares por kilómetro cuadrado en 1998 a apenas 36 en 2014.

Pese a la situación, Zambrano sostiene que la conservación funciona y que recuperar al ajolote implica beneficios amplios: mejor calidad del agua, más polinizadores, mayor producción de alimentos y regulación de la temperatura en la Ciudad de México. Advierte que es urgente frenar actividades que dañan las chinampas, como discotecas, spas o canchas de fútbol, y promover la producción agrícola tradicional con ingresos dignos para los campesinos.

“El ajolote se reproduce mucho porque pone muchos huevos… se puede recuperar fácilmente y ya sabemos cómo”, aseguró. “Solo falta hacerlo, y a gran escala”.

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