NYT / No fue sino hasta después de la universidad que Kendra Baker comenzó a considerar la posibilidad de convertirse en monja. Había sido criada como católica y después de que su padre se cayó del techo de su casa y sufrió heridas que pusieron en peligro su vida, su familia llamó a un sacerdote para que fuera a orar con ellos. Horas más tarde, su padre abrió los ojos.
“Aprendió de nuevo a caminar, hablar, conducir, puede comer con normalidad”, dijo Baker, de 25 años. “Y los médicos nos habían dicho que nos preparáramos para un funeral”.
Esa no fue la única experiencia que impulsó a Baker, quien, después de graduarse de la Universidad Western Washington en 2021, se mudó a Seattle y comenzó a sentir un “sutil impulso” hacia la vida religiosa. “No una voz retumbante de Dios que decía: ‘Kendra, ve al convento ahora’. Pero sí algo muy delicado”, dijo.
Tras mucha reflexión e investigación, Baker encontró una comunidad religiosa que sentía estaba alineada con sus intereses tanto en la espiritualidad contemplativa como en el servicio activo y pronto fue aceptada como candidata por las Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Los Ángeles. Sólo una cosa le impedía unirse: la deuda de su préstamo estudiantil.
Las personas que desean ingresar a la vida religiosa en la tradición católica por lo general deben pagar todas sus deudas para prepararse para hacer un voto de pobreza y otras personas que viven en comunidades religiosas por lo general no obtienen ingresos ni poseen bienes, lo que les impide pagar cualquier deuda que hayan acumulado como laicos. Si se encuentran entre el 20 por ciento de estadounidenses con títulos universitarios que tienen deudas por préstamos estudiantiles, esto puede plantear complicaciones considerables.
Un informe de la Conferencia Nacional de Vocaciones Religiosas advirtió al respecto hace más de una década con datos que confirmaban que “la deuda educativa se había convertido en un elemento disuasivo para muchos que discernían una vocación religiosa”, señalando factores como el costo cada vez mayor de la matrícula y el estancamiento de los salarios. Desde entonces, la deuda promedio por préstamos estudiantiles en Estados Unidos ha crecido de manera constante, a casi 30.000 dólares en 2023.
Han surgido varias organizaciones para ayudar a los candidatos a órdenes religiosas con este problema. Baker se puso en contacto con Labouré Society, una organización católica sin fines de lucro que ha ayudado a más de 400 personas a ingresar a la formación religiosa desde su creación en 2003.
El monto promedio de los préstamos estudiantiles de los candidatos o aspirantes de Labouré es de casi 100.000 dólares y por lo general se les asigna el objetivo de recaudar 60.000 dólares en un ciclo de seis meses durante el cual los facilitadores de Labouré los capacitan sobre cómo hacer llamadas telefónicas, escribir cartas y asistir a reuniones con donantes potenciales en sus comunidades. Las donaciones van desde unos pocos miles hasta 130.000 dólares, esto último proveniente de una viuda jubilada que se sintió inspirada a donar las ganancias de la venta de su casa.
Baker dijo que no se sentía cómoda compartiendo el monto total de la deuda que tenía, pero afirmó que le habría tomado entre cinco y diez años más pagarla si no hubiera encontrado ayuda a través de Labouré Society. En cambio, alcanzó su objetivo en menos de seis meses y se unirá a su comunidad religiosa en Los Ángeles este verano.
Para aquellos que tal vez no tengan una red católica tan extendida, la recaudación de fondos podría adoptar una modalidad distinta.
Kristen Chenoweth se convirtió al catolicismo desde el luteranismo en sus veintitantos y no tenía conexiones ni vínculos familiares duraderos con la Iglesia católica. Tras completar una licenciatura en ministerio familiar y una maestría en administración de organizaciones sin fines de lucro, Chenoweth, que ahora tiene 30 años, tenía alrededor de 80.000 dólares en deudas por préstamos estudiantiles. Fue aceptada por las Hermanas Dominicas de la Provincia de la Inmaculada Concepción en Illinois, pero no pudo dar sus primeros pasos en la vida religiosa hasta que saldó esa deuda.
Chenoweth había comenzado a pagar sus préstamos trabajando, viviendo de manera austera, recaudando fondos con su diócesis en Grand Rapids, Míchigan y vendiendo rosarios en Etsy.
Chenoweth ganó alrededor de 5000 dólares a través de su tienda de Etsy y, con la ayuda de las Hermanas Dominicas, recaudó 23.000 dólares en GoFundMe. Hace poco, recibió la noticia de que otra organización católica que brinda apoyo a deudas estudiantiles, el Fondo para Vocaciones, pagará el resto de su préstamo, lo que le permitirá unirse a su comunidad religiosa este verano.
A diferencia de Labouré Society, el Fondo para Vocaciones no le pide a los aspirantes que recauden dinero, sino que salda directamente los pagos mensuales de sus préstamos estudiantiles durante todo el tiempo que estén en formación con una comunidad religiosa.
El Fondo para Vocaciones, establecido a principios de la década de 2000, ha crecido considerablemente en los últimos años para satisfacer la demanda. La organización pudo distribuir 28 subvenciones por un total de unos 900.000 dólares el año pasado, en cantidades que oscilaban entre unos 5000 y más de 75.000 dólares, dependiendo de las necesidades de los solicitantes.
Los jóvenes aspirantes suelen enfrentarse a un plazo drásticamente más corto para pagar sus préstamos. Los límites de edad de los solicitantes, de tan solo 30 años en algunas órdenes religiosas, generan presiones adicionales. Y aunque muchas comunidades religiosas y seminarios no exigen que los solicitantes tengan títulos universitarios, otras los alientan o los exigen, especialmente si los miembros brindan servicios de atención médica o educación a la comunidad.
Una vez que hacen los votos perpetuos, quienes entran en la vida religiosa también entran en una realidad financiera completamente nueva. Para sor Gianna Casino, vivir como hermana religiosa en la comunidad del Inmaculado Corazón de María y hacer sus votos perpetuos en 2020 le ha dado una sensación de libertad financiera.
Sor Gianna, de 30 años, exestudiante de Bioquímica, se graduó con una deuda de préstamos estudiantiles de más de 20.000 dólares. Comenzó su formación religiosa bajo el acuerdo de que su familia cubriría sus pagos mensuales, los cuales se saldarían antes de sus votos perpetuos. Cuando su familia comenzó a experimentar dificultades financieras unos años después de su inicio en el proceso de formación, el Fondo para Vocaciones acordó liquidar el resto de su préstamo.
Ahora sor Gianna ha podido retomar su educación, esta vez sin temor a acumular más deudas porque su comunidad religiosa cubre sus costos, incluida la matrícula. Sor Gianna está estudiando para ser consejera clínica de salud mental en la Universidad Divina Misericordia y completó su formación en salud mental en la Facultad de Medicina de Harvard. Aunque obtener el título será gratuito, cualquier ingreso que reciba una vez que se gradúe se compartirá con su orden religiosa.
Aunque los sacrificios pueden ser significativos, la vida religiosa también puede ofrecer una especie inusual de liberación de las típicas limitaciones financieras y factores estresantes que dictan la vida de la mayoría de las personas.
“Esto me remite al Evangelio de Lucas”, dijo sor Gianna. “Jesús dice: ‘Ningún siervo puede servir a dos señores. No podéis servir a Dios y a las riquezas’”.