Por Carlos Silva, La lengua de Dante.
En el medio boxístico, conforme avanzan en el ranking, los boxeadores de mayor renombre van atesorando su prestigio y tanto ellos, como los promotores, van cuidando con quien habrán de enfrentarse en lo subsecuente, no vaya a ser que en una de esas, un principiante o algún costal, puedan dar la sorpresa y dejar mal parado al mejor rankeado, llenándose de gloria justo por haberle abollado la corona al campeón; el tema es cuidar con quien habrán de enfrentarse para no correr riesgos innecesarios, la idea, es cuidar el prestigio y si el momento precisa perder, lo mejor será que ocurra ante un grande, ante el mejor rival y no ante un improvisado.
Saber escoger entonces con quien pelear y establecer la posibilidad de perder ante un gran rival, establece una gran diferencia con lo que viene ocurriendo, para el presidente Andrés Manuel escoger con quien pelearse podría significar la posibilidad de terminar su presidencia de forma anticipada o mantener sus altos niveles de popularidad, sin embargo, así parece estar ocurriendo y al tiempo, está visto, las pésimas decisiones que ha tomado le han costado muy caro al presidente López Obrador, quien en la más reciente ocasión, escogió liarse con un enano y en lugar de escoger a un gigante de la comunicación y al hacerlo, se puso a su nivel, solo para aferrarse a sostener una lucha en la que perdía más que aquello que podía haber ganado si hubiera mantenido la prudencia.
Empero, en algunas ocasiones la sabiduría radica en saber eludir una confrontación en la que, en el caso de darse, la victoria puede ser algo pírrico, sin embargo, el resultado de un enfrentamiento entre la necedad de aquel necio que defiende lo indefendible y que se confronta contra la credibilidad de aquel que cobra por distorsionar la comunicación y la veracidad de las noticias era un resultado a todas luces previsible y nadie podía perder más que el presidente.
El origen de la molestia de Loret en contra del presidente no es reciente, ni siquiera es por haber desvelado la lujosa vida que se da el hijo de Andrés Manuel, el origen data desde que AMLO le cerró la llave y Loret dejó de percibir los privilegios que venía recibiendo de los gobiernos en turno, fueran priístas o panistas, quienes le pagaban para que dijera lo que ellos querían que dijera, pero incluso ahora, dentro de sus ingresos Loret de Mola recibe pagos justamente para golpetear mediáticamente al presidente y eso no es malo, porque es a lo que siempre se ha dedicado, pero conviene tenerlo en cuenta para entender los orígenes de su encono contra el presidente.
Quienes hoy defienden la posición de víctima en la que astutamente se ha colocado Carlos Loret se ubican en la posibilidad de defender la cuestionada moral de un mercenario de los medios de comunicación, quien sin duda la puede tener, no obstante que para el resto de la gente, su manejo será más que cuestionable.
Sin embargo ¿Qué es lo que se defiende entonces? ¿Acaso se está defendiendo la libertad de expresión o el derecho de los periodistas para poder hacer y decir lo que quieran impunemente? O bien, ¿Que al igual que los políticos, los periodistas también hagan uso de un poder y se corrompan de la misma forma en como se lo señalan y critican a los propios políticos?
La circunstancia encierra una verdad más dolorosa aún y es que triste y lamentablemente, en nuestro país, la oposición que mayor daño le ha ocasionado al presidente y al movimiento que encabeza, pasa por entre la estrategia, las voces y las letras de un payaso y de un periodista de los más cuestionados justo a partir de su ejercicio periodístico.

Algo es claro, el diferendo no es un tema de libertad de expresión, es una lucha entre dos chimoleras y ante lo dicho y cuestionado por alguien con el nivel de veracidad de Carlos Loret, muy pocos argumentos pueden valer cuando se trata de defenderle, justo porque si se defienden los planteamientos expuestos por Loret, se está justificando a la vez, el manejo que este tipo de periodistas hacen a su libre antojo, sin importar si es periodismo libre, pagado, difamatorio o revanchista y entonces, al darles carta abierta de poder hacer y decir, no habrá defensa que oponer para defender la propia situación, sea del tipo que sea.
Es decir, basta con que un periodista lo diga, para que no exista defensa posible, tan solo porque, lo dijo un periodista, nada importa si ese periodista es Carlos Loret de Mola, porque como el hay muchos y en muchos lados y eso, en ninguna parte, es un tema de libertad de expresión, porque la noción que ampara esta libertad, es mucho más pura y amplia que lo que ahora se plantea en la discusión pública.
Cuando se defiende lo que este tipo de periodistas hacen, se les está entregando a su vez, un tipo de poder desmedido y desmesurado que muchos de ellos no están en la posibilidad de poder aquilatar, tan solo porque son seres humanos y en otras ocasiones han mostrado que también suelen incurrir en excesos, muchas de las veces, alterando y distorsionando la realidad de las cosas ¿Verdad Florence Cassez?
Hay que ser claros, Carlos Loret de Mola no está defendiendo la libertad de expresión, sino su personal economía y su peculiar manera de obtener ingresos, porque ¿De cuál dictador está hablando Loret de Mola, de aquel que no quiere ceder a pagarle como lo hicieron anteriormente los presidentes?
Sin embargo, tampoco se puede defender al presidente, porque en ese esquema de polarización al que tanto ha contribuido el actual mandatario, con o sin razón, el tema se ha llevado a tales extremos, que pareciera que las únicas alternativas posibles entre las que habría que escoger, residen entre elegir por apoyar el manejo de AMLO o en apoyar al también desvirtuado de Loret de Mola, cada cual, de lo peorcito que hay entre sus respectivos gremios, el primero entre la clase política y el segundo entre el periodismo en México y en el capítulo más reciente de la polarización en México, al apoyar a cualquiera de estos, la gente solo tendría para escoger con quien de ellos prefiere verse mal opinando.
Y en esa escalada que ha mantenido el tema vigente por más de dos semanas, el presidente se vuelve a equivocar al señalar como algo malo el hecho de que Carlos Loret gane más dinero que él siendo el presidente, sin embargo ¿Qué más da cuánto gana Loret si todos sabemos a lo que se dedica y el desvirtuado manejo por el que obtiene ese nivel de ingresos? Nos guste o no, Carlos Loret desarrolla sus actividades profesionales al amparo de otro derecho, el de poder dedicarse a la profesión de su agrado y en aras de ello obtiene dinero, mucho dinero, pero lo hace a partir de su trabajo.
Por lo demás, el cuestionamiento del presidente es tanto como objetar a alguien que en el ejercicio de la prostitución obtiene cuantiosos ingresos, porque bien sabemos que esa es una profesión tan redituable como cuestionada por algunos y quien la ejerza, está en la libertad de poder hacerlo y de verse beneficiado por los emolumentos que genera.
Para contextualizar esta inapropiada disputa, basta con imaginar el encarnizado pleito entre una vieja matrona y una mujer más joven dedicada a la vida galante, en el que la más joven busca ganar notoriedad a partir de evidenciar los manejos de la gran señora, en tanto que la vieja matrona busca señalar la inmoralidad de la más joven justo a partir de evidenciar las descomunales ganancias obtenidas a sabiendas de que también ella se dedica a la venta de momentos y caricias. Así de absurdas son las posturas de los personajes en la actual reyerta, lo malo para uno de ellos, es la investidura que porta como presidente de México.
No ha faltado quien dice que AMLO extorsiona moralmente a Loret, aunque en origen la molestia de Loret fue porque AMLO no se dejó extorsionar periodísticamente por Loret, pero conviene decirlo, ninguno de ellos es mejor que el otro y eso es algo que se pierde de vista en la discusión y aquí nos tienen, hablando de ellos, de uno y del otro.
Ambos están muy lejos de ser el ideal en sus respectivas posiciones, pues hasta ahora, AMLO ha aportado muy pocos elementos que lo puedan situar como un buen presidente y por su parte Loret, ejerce uno de los periodismos más repugnantes y si bien no es el periodista más prestigiado, hay que decirlo, si es uno de los más mediatizados, sin embargo, así de jodidamente pobre es el nivel de esta confrontación que se ha instalado en todas las mesas.
Insistiendo en el punto, Carlos Loret y Brozo han logrado lo que hasta ahora nadie de la oposición había podido hacer, que es mermar la credibilidad de un presidente pendenciero al que le gusta engancharse en cualquier trifulca, lamentablemente, así de precaria es la condición del sistema político en México, en el que tristemente, la democracia pasa entre las manos de un payaso y un pingo del medio periodístico.
Porque insisto, no nos equivoquemos, Loret de Mola no está defendiendo la libertad de expresión, sino su derecho al chayo y está cobrando venganza contra el hombre que le cerró la llave de acceso al presupuesto y para ello, solo le bastó encontrar la mejor ruta para desquiciar al presidente y lo supo guiar a sus terrenos y una vez en estos, le ha venido propinando una extraordinariamente buena apaleada, sin embargo eso no lo convierte en alguien mejor que al que hoy le atiza.
Al mismo tiempo, Loret de Mola ha aprovechado inmejorablemente la oportunidad que le ha brindado el presidente para hacerse convertir en víctima y a su vez, en uno de los rostros más visibles de la oposición en México.
Al final, en la irracionalidad de la polarización, se pierden de vista temas y se descalifican argumentos y opiniones que bien podrían poner de relieve situaciones verdaderamente apremiantes y que requieren la atención de todos, sin embargo y aunque nos duela, habrá que decirlo, somo un país al que le gusta el conflicto y ver correr la sangre, aunque en ello se nos vaya la propia estabilidad.
Como corolario de este capítulo, no me gustaría ver nunca como resultado de este tipo de manejos y menos aún como una alternativa ante el enanismo de los partidos políticos, la de ver en algún momento postulados como adalides de la oposición a cualquiera de ellos, ya sea al payaso tenebroso o al parlanchín de Loret, sin embargo, es claro que en éste país, ante los desencantos sufridos, cualquier cosa puede llegar a ocurrir.