EFE / Las paredes de la antigua ciudad romana de Pompeya, sepultada por la erupción del Vesubio en el 79 d.C, suelen revelar muchas inscripciones que dan información sobre la vida y costumbres de la urbe, entre estas un curioso saludo de augurio usado por Shakespeare en su ‘Hamlet’.
El yacimiento arqueológico ha publicado este viernes un estudio en el que analiza las numerosas inscripciones encontradas en los muros del denominado ‘Salón Negro’, excavado desde el año pasado y que han revelado hermosos frescos sobre la ‘Guerra de Troya’.
Se trata de grafitis o firmas realizadas por las personas que habitaron o pasaron por aquella estancia, explican los autores del artículo, el director de Pompeya, Gabriel Zuchtriegel, y la profesora de Lengua y Literatura latina, Maria Chiana Scappaticcio.
Los vestigios son una ventana a la cara pudiente de la urbe dado que solo una pequeña parte de su sociedad estaba alfabetizada y leer y escribir, de hecho, eran trabajos, pues los aristócratas delegaban estas tareas a sus sirvientes.
En el ‘Salón Negro’, por ejemplo, escribieron sus nombres un tal Silvanus y Valerius, este último junto a la representación de seis líneas verticales y de un falo, figura omnipresente en Pompeya que se dibujaba para atraer a la suerte o para ofender.
Valerius, nombre perteneciente a una antigua familia romana, pudo firmar de ese modo para pedir fertilidad o una cantidad de cosas positivas (por los seis palos), aunque son solo hipótesis.
Al contrario de su escritura hábil, otro visitante, Pudens, dejó para la posteridad su mala caligrafía y su indecisión: su firma aparece borrada y reescrita y algunas partes son casi ilegibles, demostrando dos milenios después su poca destreza redactando.
Mención especial merece otra inscripción de las paredes de esta ‘domus’ que reza “Hic et ubique” (aquí y en cualquier lugar), una expresión de buen augurio “casi exclusiva” de Pompeya y de sus habitantes, conocidos supersticiosos (como los napolitanos modernos).
El texto, que aún debe ser estudiado a fondo, aparece precedido presumiblemente de una fecha por la letra ‘X’ -día diez- y la ‘K’, que aludía a las ‘kalendas’, el primer día de cada mes en el antiguo calendario romano (no se especificaba el año).
Además, se leen con mucha dificultad dos caracteres ‘-us’ que podrían ser la parte de un nombre. Es decir, “buena suerte para alguien el día 10 de unas calendas”.
Otras cuatro inscripciones como las de Pompeya fueron encontradas cerca del templo de la ‘Magna Mater’ en el palacio de Tiberio en el Palatino romano, tal y como recogió el filólogo islandés, Paavo Castrén, en su libro “Hic et ubique: survival of a formula” (1982).
De la expresión “Hic et ubique”, tan propia de Pompeya, no hay rastro en la literatura latina, aunque a partir de Séneca, en el siglo I d.C, sí aparece una similar, ‘semper et ubique’ (siempre y en cualquier lugar) en algunas de sus epístolas.
Esta última fórmula tendrá una conocida aceptación tanto en los textos paganos como cristianos de aquella Roma e incluso algunos emperadores de la Antigüedad Tardía, a partir del siglo IV d.C, llegarían a estamparla en sus monedas.
La tesis de Castrén y de los expertos de Pompeya, expuesta en el artículo, es que esta fórmula de buen augurio, aunque rara, no se perdió en el tiempo gracias a que fue asumida por las eucaristías cristianas medievales, como en el canon de la liturgia gala a finales del siglo IV o en un misal borgoñón del siglo VIII.
La frase en cuestión llegó hasta los comienzos del siglo XVI, en las páginas de unos de los clásicos de la dramaturgia universal, el ‘Hamlet’ de William Shakespeare.
En la quinta escena del primer acto de la obra, el príncipe de Dinamarca jura en latín “Hic et ubique”, “aquí y en cualquier lugar”, no olvidar la visión de aquella noche reveladora.