James Watson, uno de los científicos más influyentes del siglo XX y codescubridor de la estructura de doble hélice del ADN, falleció este 7 de noviembre a los 97 años de edad. Su trabajo revolucionó la biología molecular y permitió entender cómo se replica y transmite la información genética, avances que transformaron la medicina moderna.
Watson compartió el Premio Nobel de Medicina en 1962 con Francis Crick y Maurice Wilkins por su descubrimiento del modelo estructural del ADN, un hallazgo que sentó las bases de la genética contemporánea. Sin embargo, el científico estadounidense terminó marginado de la comunidad científica por sus repetidas declaraciones racistas y teorías sin fundamento sobre la relación entre raza e inteligencia.
En 2007, mientras trabajaba en la Universidad de Cambridge, Watson declaró al diario británico The Times que era “pesimista respecto al futuro de África”, sugiriendo que las personas negras eran menos inteligentes que las blancas. Las reacciones fueron inmediatas: perdió conferencias, fue suspendido de sus cargos en el Laboratorio Cold Spring Harbor y posteriormente destituido como rector.
Aunque se disculpó públicamente poco después, afirmando que no existía “base científica” para tales afirmaciones, en 2019 reiteró sus ideas en el documental American Masters: Decoding Watson. A raíz de esas declaraciones, el Cold Spring Harbor Laboratory le retiró todos sus títulos honoríficos y rompió cualquier vínculo con él, calificando sus palabras de “reprensibles y carentes de respaldo científico”.
A lo largo de su carrera, Watson combinó el reconocimiento académico con la controversia. En 2014 vendió su medalla del Nobel —la primera vez que un galardonado lo hacía—, alegando haber sido excluido de la comunidad científica. La subasta alcanzó los 4.8 millones de dólares, aunque el comprador, un empresario ruso, le devolvió el galardón.
Nacido en Chicago en 1928, Watson estudió en la Universidad de Chicago y luego en Cambridge, donde junto a Crick descifró la estructura del ADN utilizando técnicas de difracción de rayos X. Más tarde dirigió el Laboratorio Cold Spring Harbor en Nueva York, al que transformó en un centro de referencia mundial en biología molecular.
Su legado científico es indiscutible: permitió comprender la base genética de la vida. Sin embargo, su figura quedó marcada por declaraciones que negaron los valores de igualdad y respeto que la ciencia moderna promueve. James Watson muere dejando una huella profunda —una mezcla de genialidad científica y polémica moral— en la historia de la ciencia.






