Bloomberg / La alta sociedad porteña acudió en masa al hotel Alvear Palace —un santuario del viejo mundo que evoca el rico pasado de Argentina, con lámparas de cristal y pisos de mármol— para escuchar a un hombre destrozarla durante un desayuno con café y pasteles.
Estaban allí para ver a Javier Milei, el favorito para convertirse en presidente de una de las economías más devastadas del mundo en las elecciones del 22 de octubre. Cuando habló, la abarrotada sala de conferencias quedó en silencio expectante, un marcado contraste con la charla indiferente que se escuchaba por los pasillos durante la presentación de su principal rival, la candidata proempresa Patricia Bullrich.
Fue un momento revelador y habla del aire de invencibilidad que se cierne sobre Milei, un libertario radical que quiere dolarizar la economía argentina, cerrar el banco central, recortar el gasto y eliminar la mayoría de los impuestos.
Fue la gran atracción de la reunión anual organizada por el Consejo de las Américas, a pesar de su discurso mordaz contra la élite, pronunciado ante una audiencia compuesta por la misma clase dominante que promete desmantelar.
En esta sala repleta de figuras del establishment quedó patente que no son solo los votantes descontentos los que están dispuestos a dejar de creer y apostar por un outsider. Tal es el deseo de algún tipo de revolución en un país que se acerca peligrosamente a la hiperinflación.
A dos ejecutivos les gustó lo que oyeron, pero les preocupaba la viabilidad de los planes de Milei, mientras que un tercero lo describió como “un tipo simpático”.
Según conversaciones con más de una docena de funcionarios y asesores de candidatos, la vieja guardia política sigue desconcertada por su ascenso y, en cierto modo, resignada a la derrota. La diputada Margarita Stolbizer, que apoya a Bullrich, admite que el fenómeno Milei sigue creciendo.
Desde su sorpresiva victoria en las primarias del 13 de agosto, su impulso no ha dejado de aumentar. Milei sigue dominando la conversación pública, recorriendo incansablemente programas de entrevistas en radio y televisión y realizando actos populares por toda la capital.
Tucker Carlson viajó este mes para entrevistarlo, mientras que el candidato conversó durante tres horas con The Economist. Elon Musk, a quien le gusta opinar sobre política en su plataforma X, lo aprueba. El revuelo en torno a Milei es innegable.
“Javier Milei es la respuesta a 40 años de fracaso de la política”, señala Florencio Randazzo, un exministro que aspira a la vicepresidencia tras obtener menos del 4% de los votos en las primarias. “La gente está cansada de escuchar a dirigentes que, a la hora de gobernar, no resuelven sus problemas”.
El partido peronista gobernante y la alianza proempresa Juntos por el Cambio están acostumbrados desde hace años a alternarse el poder como las dos principales coaliciones de Argentina.
En las sedes de los partidos, funcionarios de ambos bandos reconocen en privado que están luchando por reajustar sus estrategias. Massa y Bullrich ahora esperan forzar esa segunda vuelta contra Milei, quien se considera que corre con ventaja en los comicios del próximo mes, según asesores de los candidatos.
Persiguen estrategias similares: convencer a un tercio de los argentinos que no votaron el mes pasado para que acudan a las urnas y atacar a Milei, pero sin alienar a su base de seguidores, tan devotos como la de Donald Trump en Estados Unidos y formada por personas hartas de la política tradicional.
El sistema electoral argentino, según el cual un candidato gana la presidencia si obtiene el 45% de los votos válidos, o el 40% de ellos con una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el segundo, pone la presidencia al alcance de Milei. La alternativa es una segunda vuelta el 19 de noviembre.
A pesar de que la coalición de Bullrich obtuvo un ajustado segundo lugar y ganó las primarias internas por un amplio margen, su campaña sigue reorganizándose después de que Milei pulverizara sus esperanzas de un camino fácil hacia la presidencia.
Tras una agresiva campaña contra su rival interno, Bullrich parece haber perdido su ventaja.
Reorganizó su equipo y nombró a Carlos Melconian, un famoso economista conocido por sus habilidades comunicacionales, como su principal vocero. Según dos asesores que pidieron que no ser identificados al hablar de la estrategia, el plan es que Bullrich no diga nada sobre detalles específicos por miedo a alienar a los votantes hablando de recortes presupuestarios.
Por el lado del oficialismo, Massa se encuentra en la poco envidiable posición de ser la cara de un Gobierno al que se culpa de hundir aún más una economía ya en crisis. La imagen de la Administración está tan deteriorada que el presidente s Alberto Fernández no se presentó a la reelección.
Julio Piumato, un antiguo dirigente sindical peronista que respalda a Massa, ve desesperanzada la situación del actual Gobierno. “La política le tiene que dar esperanza a la gente”, dijo. “Los niveles de pobreza para un país tan rico como Argentina son escandalosos”.
Parte del dilema para los partidos tradicionales es que la popularidad de Milei, al igual que en el caso de Trump, parece inmune al escándalo. Antes de la campaña, los medios locales informaron que Milei supuestamente hizo que los candidatos que querían presentarse en su papeleta le pagaran. Él negó rotundamente las acusaciones y a los votantes no pareció importarles.
Los asesores de Massa y Bullrich dicen que esperan que, a medida que Milei sea objeto de un mayor escrutinio por parte de los medios de comunicación, la gente se dará cuenta de sus extravagantes políticas. Los candidatos planean evitar atacar a Milei personalmente y centrarse en socavar sus ideas.
Pero los encuestadores y los expertos dudan de que ninguno de los dos bandos pueda detenerlo. Para Alejandro Catterberg, director de la encuestadora Poliarquía, ha pasado un mes y se ve poco dinamismo y muchas dificultades en las dos principales coaliciones.
En un nuevo anuncio de campaña, con la bandera en alto, apenas se veía a Massa. Había un narrador que culpaba a los Gobiernos anteriores por la agobiante deuda con un telón de fondo de vídeos que mostraban símbolos del potencial y la belleza natural de Argentina, como los picos de las montañas de la Patagonia.
Eso contrasta con el sencillo mensaje de Milei. Vestido con traje y corbata, muy lejos de su teatralidad con la motosierra, se mostraba sereno y serio y miraba directamente a la cámara: es hora de un cambio radical.
Tal es su confianza que a principios de este mes Milei, católico, se tomó un descanso de la campaña y voló a EE.UU. en un “viaje espiritual” para rezar y aprender sobre judaísmo antes de Rosh Hashaná, el año nuevo judío.
“Fui a pasar shabat a Miami con unos amigos porque después no los puedo ver un rato largo”, respondió cuando se le preguntó por la escapada.