Nicolás Maduro, quien durante años fustigó el uso del inglés en Venezuela, ahora canta “Imagine”, promueve el lema “No War, Yes Peace” y se aferra al discurso pacifista ante un escenario que, según Washington, podría escalar hacia una intervención militar.

El giro lingüístico y retórico ocurre mientras la Casa Blanca evalúa opciones contra el gobierno venezolano y Donald Trump —ya de regreso en la presidencia estadounidense— intensifica la presión: cerró el espacio aéreo alrededor de Venezuela y elevó a 50 millones de dólares la recompensa por la captura de Maduro, a quien acusa de liderar el Cártel de los Soles, catalogado recientemente como organización terrorista extranjera.

Lealtad sellada con castigo y corrupción

Detrás de la estabilidad del mandatario, pese a sanciones, crisis humanitaria y una contundente derrota electoral en 2024, se mantiene un mecanismo que combina castigo ejemplar para los desleales y redes de corrupción para los incondicionales.

Expertos consultados señalan que el chavismo ha aprendido a cohesionarse frente a presiones externas. La estructura de beneficios ilícitos —heredada de Hugo Chávez y perfeccionada por Maduro— permite a funcionarios civiles y militares enriquecerse mientras sostienen el poder presidencial. Y para quienes rompen filas, las consecuencias pueden incluir prisión, tortura o persecución judicial.

El rol determinante de las Fuerzas Armadas

La oposición venezolana, encabezada por María Corina Machado —galardonada con el Premio Nobel de la Paz—, apostó en 2024 a que el Ejército se inclinaría por desconocer a Maduro. Pero igual que en 2019, el ministro de Defensa Vladimir Padrino López y la cúpula militar reafirmaron su apoyo al gobierno, incluso ante presuntos intentos de reclutar al piloto presidencial para un operativo de captura.

Analistas advierten que la presión militar estadounidense podría, en lugar de fracturar al chavismo, reforzar su unidad. La idea de que la intervención externa es inminente alimenta la narrativa antiimperialista que Maduro explota para movilizar a su base.

Escalada militar y narrativa antiimperialista

En septiembre, Estados Unidos inició bombardeos contra embarcaciones señaladas de transportar drogas en el Caribe y el Pacífico oriental, con más de 80 muertos reportados por el Pentágono. Para el gobierno venezolano, esos ataques revelan una estrategia para “acabar con el control del chavismo”.

Maduro respondió organizando marchas y ceremonias patrióticas, entre ellas un acto en el que empuñó una espada de Simón Bolívar y llamó a su gabinete y seguidores a jurar “defender la paz y la libertad”.

Un país exhausto, pero con apoyos firmes

A pesar del colapso económico que ha empujado a más de 7.7 millones de venezolanos a migrar, parte de la población permanece fiel al gobernante. Zenaida Quintero, una portera escolar de 60 años, ejemplifica esa lealtad: recuerda la escasez extrema de alimentos y reconoce la gravedad de la crisis, pero sigue convencida de que Maduro —y Chávez antes que él— “no abandonan a su gente”.

“La oposición cree que una demostración de fuerza derribará al gobierno”, explican especialistas, “pero es exactamente lo que los cohesiona”.

Mientras Washington evalúa pasos más agresivos y el chavismo cierra filas, Venezuela vuelve a colocarse en el centro de la tensión geopolítica continental. Y Maduro, en un giro inesperado, responde en inglés: “No War, Yes Peace.”

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