Por Carlos Silva, La lengua de Dante 2/8.
En su canción «El moco» dice Gabino Palomares que todo moco pasado fue mejor, de la misma forma, en el tema del transporte público en Querétaro, si hay algo que se añora del pasado reciente, son las rutas y la frecuencia de las mismas que anteriormente caracterizaban el transporte público en nuestra ciudad.
Hace años, la gente podía quejarse de los chóferes, porque pensaban que parecía que iban jugando carreritas, pero eso era parte de la disputa que los chafiretes sostenían para levantar pasaje, se disputaban subir y transportar a más personas, más personas significaban desde luego, mayores ganancias para los entonces concesionarios y si una ruta se pasaba de largo, no se detenía o de plano ya iba llena, no pasaba mucho tiempo en que apareciera otra unidad de la misma ruta, es decir, los usuarios no tenían que esperar, como ahora lo hacen, en ocasiones hasta cuarenta minutos para tomar su transporte.
El diseño de las rutas y la frecuencia de las mismas, son dos factores que se siguen añorando, las rutas, por la cobertura y las distancias que abarcaban, la frecuencia, por el número de unidades asignadas a tales rutas, de forma que los usuarios no sufrían por la escasez y la tardanza de unidades; ese, era un beneficio del que entonces disfrutaban los usuarios, hoy las cosas, han cambiado y no precisamente para bien.
Para los concesionarios, en las antiguas rutas, había de todo, había rutas buenas y malas, hasta hace alrededor seis años, las rutas buenas eran aquellas que en promedio por día dejaban para los antiguos concesionarios, una ganacia de poco más de cinco mil pesos diarios libres de polvo y paja, dentro de tales rutas, estaban las siguientes: 6, 7, 9, 10, 11, 12, 21, 29, 80, 84, 98 y la 105, por citar a las mejores, para los concesionarios sin duda, ese tipo de ganancias eran un gran beneficio, hoy las cosas han cambiado y no precisamente para bien, máxime que ya quedan pocos, muy pocos, de aquellos concesionarios.
De vuelta con los usuarios, estos tenían además, la posibilidad de elegir entre el tipo de ruta que mejor se ajustara a sus tiempos, lugares, frecuencia y trato, podían elegir entre el sistema Taxibús y Taxiván u otros varios más, en el que, la competencia, los hacía diferentes, competían por ser mejores y por ganarse a los usuarios, hoy, ya no ocurre eso, y se entiende que algo ha cambiado y que no precisamente ha sido para bien.
Por si fuera poco, antaño existía una curiosa práctica que beneficiaba enormemente tanto a usuarios como a concesionarios y eran las famosas «tocadas» que consistían en que, fuera del horario normal de servicio, muy temprano o muy tarde, fuera de ruta, los concesionarios, hacían «corridas» para brindarles servicio a los usuarios incluso desde antes de las seis de la mañana y después de las once de la noche, con el mismo costo para los usuarios, con rutas genéricas que, por ejemplo en las noches, salían de la Alameda Hidalgo rumbo a Lomas de Casablanca, a Satélite o a San Pedrito Peñuelas. Estas famosas tocadas les brindaban a los concesionarios de algunos ingresos extras y a los usuarios, la posibilidad de un transporte, temprano y tarde, sin un costo elevado y muy cercano a sus necesidades.
Hoy las cosas parecen haber cambiado, pero insisto, no precisamente para bien.
Por eso pienso, que hay momentos en los que los errores parecieran hacer ver cierta malicia e intencionalidad para que el transporte público no funcione o quizá es que las cosas se hacen pensando en los intereses comerciales y de los nuevos empresarios, más que en los de los usuarios, quienes debieran de ser los primeros interesados en satisfacer; así las cosas, en octubre de 2017, se modificaron las rutas, se disminuyeron los trayectos y en muchos casos, se recortaron, moviéndolos a lugares menos urbanos para evitar topes y semáforos, lanzaron al transporte público a avenidas más fluidas, pero al mismo tiempo, sacaron unidades de calles o avenidas que formaban parte del diseño anterior, generando más afectaciones para los usuarios, que no fueron pocas ni menores, baste para ello situar como ejemplo que anteriormente por la avenida Constituyentes pasaban 23 rutas distintas, hoy, gracias al famoso eje estructurante solamente pasan 11 rutas, con todo lo que implica esta modificación en detrimento de los usuarios.
Rutas más cortas implican menor gasto e inversión para los nuevos empresarios responsables del transporte público en nuestra ciudad, menos combustible, menos mantenimiento para las unidades, esa parece ser la lógica que rige hoy día la politica del transporte público, sin que nadie se preocupe en realidad por los usuarios.
Menos unidades por ruta implica ahorrar en todo lo antes mencionado, aunque ello signifique disminuir la frecuencia en detrimento de los usuarios, de esta forma, si anteriormente una ruta pasaba cada seis minutos hoy, cuando menos, se ha duplicado ese tiempo, pasando a extremos que llevan a los ciudadanos a tener que esperar hasta cuarenta minutos para que aparezca una nueva unidad.
¿Ahora se entienden las razones por las que los usuarios extrañan las rutas, las frecuencias y hasta las carreritas que parecían jugar los chóferes en el sistema de transporte del pasado reciente?
Es claro que muchas cosas han cambiado, pero también es conveniente precisar, que los cambios no necesariamente han sido para bien, no en vano, la gente sigue doliéndose del transporte público, el anterior gobierno, el de Calzada, hizo lo propio para cambiar las cosas, no lo hizo bien y llevó a su partido a perder de nuevo la gubernatura, el actual gobierno parece no estar dispuesto a escuchar a los usuarios, que son quienes cuentan con los mayores elementos para señalar todo lo que no funciona del transporte. Las consecuencias no pueden verse hoy, sino hasta el momento en que los usuarios, como ciudadanos, acudan de nuevo a las urnas.