En una noche cargada de nostalgia, potencia sonora y emociones a flor de piel, Ozzy Osbourne ofreció lo que él mismo definió como su última presentación en vivo. El legendario ícono del heavy metal se despidió de su público en el estadio Villa Park de Birmingham, la ciudad que lo vio nacer como persona y como artista, con un espectáculo titulado Back to the Beginning.

Acompañado por unos 40 mil fanáticos que vibraron con cada nota, Osbourne apareció sobre un trono negro elevado bajo el escenario, reflejo de su estatus como monarca absoluto del metal y también de los estragos que ha dejado su salud en los últimos años. A sus 76 años y diagnosticado con Parkinson, el “Príncipe de las Tinieblas” aún conserva la energía y el carisma que lo convirtieron en leyenda.

La noche fue testigo de un momento histórico: la reunión de la alineación original de Black Sabbath —Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward— que no tocaban juntos desde hace dos décadas. El clímax llegó con la interpretación de “Paranoid”, himno generacional y símbolo de una era irrepetible en la música pesada.

El festival de un solo día, que reunió también a gigantes del metal como Anthrax, Metallica y Guns N’ Roses, se convirtió en un tributo colectivo a Osbourne. Las muestras de afecto y reconocimiento llegaron desde todos los rincones del mundo del entretenimiento. Elton John lo resumió con contundencia: “Eres el rey, eres la leyenda”.

Ozzy cierra así un ciclo que comenzó en 1968, cuando un grupo de jóvenes de Birmingham —una ciudad moldeada por el acero y el humo de las fábricas— creó el sonido oscuro y pesado que daría origen al heavy metal. Con su estética provocadora y una actitud desafiante, Black Sabbath cambió la historia del rock. Osbourne, tanto con la banda como en su carrera solista, fue siempre la voz de ese cambio.

Más allá de la música, Ozzy también conquistó la cultura pop global a inicios de los 2000 con el reality The Osbournes, mostrando al mundo una faceta doméstica, caótica y entrañable de su vida familiar.

Tras batallar contra accidentes, cirugías y enfermedades, el adiós de Osbourne a los escenarios no es una retirada silenciosa, sino una celebración épica. Se despide como vivió: con un rugido que sacude los cimientos de la historia del rock.

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