Doce días han pasado desde que la alpinista rusa Natalia Nagovitsyna quedó atrapada en lo alto del pico de la Victoria, en la frontera de Kirguistán con China. Lo que comenzó como un reto de altura terminó convertido en una lucha desesperada por sobrevivir a más de 7,400 metros sobre el nivel del mar, en una de las montañas más frías y peligrosas del planeta.

El 12 de agosto, mientras descendía, Natalia sufrió una fractura en la pierna. Sus compañeros lograron acercarse, le dejaron algunos suministros, pero las condiciones extremas hicieron imposible bajarla. En ese intento murió el italiano Luca Sinigaglia, otro montañista que quiso salvarla.

Un dron la alcanzó a ver con vida por última vez el 19 de agosto, resistiendo en una cresta casi en la cima. Desde entonces, el mal tiempo no ha dado tregua: intensas nevadas obligaron a suspender los rescates y hoy las autoridades ya no se atreven a decir si la alpinista sigue viva.

El pico de la Victoria no es cualquier montaña. Es la más alta de la cordillera del Tian Shan y, por su clima brutal y su corta temporada de ascenso, se ha ganado fama de ser un reto mortal. Forma parte de los legendarios Leopardos de las Nieves, cinco montañas de más de siete mil metros que solo unos cuantos en el mundo han logrado conquistar.

La historia de Natalia, como la de tantos montañistas, nos recuerda que en la cima más fría de la Tierra, la línea entre la gloria y la tragedia es tan delgada como el aire que allá arriba apenas deja respirar.

Shares: