Este mes, Larry Ellison, cofundador de Oracle, se convirtió brevemente en el hombre más rico del mundo luego de que las acciones de su empresa subieran 43% en un solo día, impulsadas por un acuerdo histórico con OpenAI para proveer 300,000 millones de dólares en potencia informática durante los próximos cinco años.
Más allá del momento mediático, este episodio refleja un fenómeno que preocupa a economistas e inversionistas: la creciente concentración de valor en torno a las empresas de inteligencia artificial (IA).
Las “Siete Magníficas” y el nuevo riesgo de concentración
Las principales firmas tecnológicas —Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Meta, Tesla y Nvidia— controlan hoy casi 39% del S&P 500 y 74% del Nasdaq 100. Esto significa que millones de personas en el mundo, incluso sin comprar directamente estas acciones, están expuestas al auge de la IA a través de fondos de inversión y pensiones.
En México, las Afores destinan más de 600,000 millones de pesos a renta variable internacional, gran parte en estas empresas tecnológicas, según la CONSAR. Un desplome del sector podría afectar de forma desproporcionada los ahorros para el retiro.
¿Burbuja o revolución tecnológica?
El auge recuerda a la burbuja “puntocom” de los años 90, cuando el Nasdaq se desplomó 77% en dos años. Sin embargo, a diferencia de aquella época, las empresas líderes de IA hoy son rentables y generan ingresos reales. Microsoft, Apple y Google están usando la IA para potenciar negocios consolidados, no para sobrevivir.
Aun así, los múltiplos de valuación son elevados. Nvidia, que controla 90% del mercado de chips de IA, cotiza a más de 30 veces las ganancias esperadas, una cifra que algunos analistas consideran insostenible.
El riesgo sistémico
Expertos advierten que la aparente diversificación de los fondos de pensiones puede ser engañosa. Cuando los índices bursátiles están dominados por pocas acciones, el beneficio de diversificar se diluye. Si estas compañías sufren una corrección, el golpe se sentiría en los sistemas de ahorro de todo el mundo.
La lección para inversionistas, reguladores y administradores de fondos es clara: la diversificación debe ir más allá de seguir pasivamente a los índices, y es necesario vigilar de cerca la exposición a sectores que concentran demasiado poder en el mercado.






