Un equipo multidisciplinar, con participación directa de investigadoras del CSIC, ha reconstruido una versión funcional de la cerveza consumida en Mesopotamia hace 5.000 años. El producto, denominado Humbaba, se basa en la interpretación de tablillas cuneiformes y en el estudio botánico de los ingredientes utilizados por los sumerios.

La bebida, eje alimentario del tercer milenio a. C., operaba como ración laboral, recurso doméstico y elemento ritual. El himno a Ninkasi —receta más antigua documentada— proporcionó la secuencia básica de procesos. Su traducción técnica exigió la intervención de especialistas en filología cuneiforme y en botánica antigua. Entre ellos, Bárbara Böck, cuya doble formación permitió identificar proporciones y materias primas.

El resultado prescinde del lúpulo, inexistente en la época, y utiliza malta de cebada, escanda y granos sin maltear. Emplea bappir, un pan de masa madre que actuaba como acelerador fermentativo. La recreación moderna requirió análisis de densidades, levaduras silvestres y comportamiento fermentativo estimado.

Para reproducir aromas prohibidos hoy —como el cálamo aromático— se recurrió a equivalentes botánicos: enebro, cilantro y otras especies. El sirope de dátil aporta el dulzor descrito en las tablillas, coherente con la frontera difusa histórica entre cerveza y vino en la región.

La degustación presenta una bebida turbia, ácida, resinosa y especiada; textura densa, baja graduación y perfiles alejados de las cervezas contemporáneas. Su consumo en cuencos y pajillas replica el método sumerio.

El proyecto funciona como demostración de arqueología experimental: permite observar técnicas de elaboración, conservación y fermentación previas a la separación moderna entre procesos culinarios y microbiológicos. Articula también un puente entre cultura material antigua y el interés contemporáneo por métodos tradicionales dentro de un mercado dominado por producción industrial.

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