En el marco del Festival de Venecia, el cineasta mexicano Guillermo del Toro presentó este sábado su esperada adaptación del mito de Frankenstein, una obra que, más allá de su narrativa fantástica, propone una reflexión sobre la condición humana y los tiempos que vivimos. Durante la rueda de prensa, el director defendió la “urgencia” de mantenernos humanos en un mundo que, a su juicio, se inclina hacia una comprensión reduccionista y polarizada de la humanidad. “No me asusta la inteligencia artificial, sino la estupidez natural, que es más abundante”, afirmó, subrayando que el desafío actual radica en preservar la sensibilidad y la capacidad de empatía frente a la violencia y la indiferencia que atraviesan la sociedad.
Del Toro, quien ya había conquistado el León de Oro en 2017 con The Shape of Water, vuelve a competir por el codiciado galardón veneciano con esta nueva versión de la historia de aquel científico que desafía a Dios al devolver la vida a una criatura ensamblada. La película, protagonizada por Oscar Isaac en el papel del científico y un inesperado Jacob Elordi como el monstruo, plantea la pregunta central que atraviesa la novela original: ¿qué es lo que convierte a un ser en humano? Para el cineasta, la complejidad de la naturaleza humana no puede reducirse a categorías binarias. “La característica multicromática de los seres humanos es que son capaces de ser blanco, negro, gris y todos los tonos que hay entre medias. Creo que la película muestra a personajes imperfectos y su derecho a mantenerse imperfectos”, señaló, destacando la importancia de reconocer y respetar la diversidad de emociones, decisiones y errores que nos constituyen como personas.
La historia del monstruo de Frankenstein adquiere un significado adicional en la actualidad, al reflejar un ser creado por la mano humana, pero Del Toro aclara que su interés no radica en la inteligencia artificial moderna, sino en la fragilidad y las contradicciones propias de la humanidad. La película, según el director, es “muy biográfica” y responde a la necesidad de preservarse a sí mismo frente a los tiempos difíciles, un tiempo marcado por el miedo, la opresión y la incomprensión. En este sentido, el mensaje de Del Toro es contundente: el verdadero peligro no proviene de las máquinas, sino de la incapacidad humana para ejercer la razón, la empatía y el amor en un entorno cada vez más polarizado.