Greg Glassman no es un recién llegado a las primeras filas del emprendimiento mundial, como tampoco lo es el imperio que ha fraguado. De su mente prodigiosa surgió la idea de un nuevo y revolucionario método de entrenamiento que, no solo practican miles de personas alrededor del planeta, sino que se ha convertido en una marca multimillonaria que reporta cientos de miles de dólares al año. Hablamos del crossfit.
Glassman nació en San Diego, California, en 1956, aunque se crio en un suburbio de Los Ángeles. Durante su infancia y adolescencia sufrió de problemas de movilidad por una polio no diagnosticada cuando apenas tenía 10 meses de vida que le obligó a llevar un andador y pasar por diferentes centros de rehabilitación para recuperarse. Este episodio traumático en su vida fue el punto de partida para que, con apenas 16 años, desarrollara en el garaje de su casa una serie de entrenamientos de alta intensidad para estimular el movimiento y el desarrollo de los músculos y articulaciones. En otras palabras: para consolidar las bases de lo que, para su sorpresa, se convertiría en uno de los negocios del ‘fitness’ más rentables de los últimos tiempos.
Pronto abrió su primer gimnasio en Santa Cruz, California. Greg tenía apenas 18 años y acababa de dejar la universidad. Ahí comenzó a implementar sus conocimientos en diferentes tipologías de personas y necesidades físicas propias para ejercitarse. Su método era tan exigente y completo que empezó a usarse en la preparación física de policías, marinos, bomberos y militares estadounidenses. La gran acogida que experimentó el crossfit por parte de estos sectores y diferentes deportistas fue el detonante para la fundación de una marca propia: CrossFit Inc. La empresa, que estableció mano a mano con la que por aquel entonces era su mujer, Lauren Jenai, fue adquiriendo un éxito sin precedentes a partir de 2005, cuando se extendió a Seattle y el resto es historia.