El descubrimiento del Homo floresiensis, conocido popularmente como los “hobbits”, desafió una de las reglas de oro de la evolución humana: que el tamaño cerebral aumentó progresivamente a lo largo del tiempo.

Estos homínidos, que habitaron la isla indonesia de Flores hasta hace unos 60,000 años, presentaban un cerebro equivalente al de un chimpancé, pese a coexistir con neandertales y Homo sapiens, quienes tenían cerebros mucho más grandes. Sin embargo, los hobbits demostraban habilidades cognitivas avanzadas, como la fabricación de herramientas y el uso del fuego.

Una investigación reciente publicada en Annals of Human Biology por la Western Washington University analizó la relación entre el tamaño del tercer molar o muela del juicio y el volumen endocraneal en 15 taxones de homínidos. Los hallazgos revelan que, aunque los hobbits tenían cerebros pequeños, sus muelas del juicio eran similares en tamaño a las de los neandertales, lo que sugiere que en la gestación estaban programados para desarrollar cerebros grandes. El crecimiento limitado habría ocurrido después del nacimiento, no en el útero.

El fenómeno observado en H. floresiensis se relaciona con el llamado “enanismo insular”, un proceso adaptativo a islas con recursos limitados y ausencia de grandes depredadores, que favorece la reducción del tamaño corporal. Investigaciones comparativas con humanos modernos con deficiencias de crecimiento, como el síndrome de Laron, indican que niveles bajos del factor de crecimiento IGF-1 podrían mediar este enanismo posnatal, afectando tanto la estatura como el tamaño del cerebro sin comprometer las capacidades cognitivas.

De esta manera, el estudio ofrece una explicación al enigma del Homo floresiensis, demostrando que sus cuerpos y cerebros en miniatura se desarrollaron de forma posnatal como una adaptación a su entorno insular, desafiando la idea de que cerebros pequeños necesariamente limitan la inteligencia.

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