A mediados del siglo XVIII, el pintor novohispano Miguel Mateo Maldonado y Cabrera (1695–1768) recibió la encomienda por parte de las autoridades del Templo de San Francisco Javier, en el pueblo de Tepotzotlán, para crear una serie pictórica dentro de la sacristía del recinto jesuita, misma que estaría dedicada a ilustrar los pasajes asociados con el episodio evangélico de la Última Cena de Jesús de Nazaret.
Pasados los siglos esa misma serie, integrada por 11 obras, es uno de los más destacados acervos del Museo Nacional del Virreinato (MNV), recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que lleva a cabo la conservación de cuatro de las citadas obras del conjunto.
Bajo la supervisión del INAH, un grupo de especialistas, a cargo de la restauradora Marina Raquel Straulino Muñoz de Cote, atiende los deterioros de las obras tituladas: La institución del vino, La comunión de los apóstoles, El cenáculo y La eucaristía con las virtudes teologales, las cuales fueron elaboradas en una época en la que el artista era uno de los máximos exponentes de su época.
Con trabajos iniciados en octubre y que alistan su conclusión hacia mediados de diciembre, en un primer momento el enfoque del proyecto era realizar la limpieza de las cuatro obras; sin embargo, se encontró que tres de ellas presentaban una intervención anterior que tuvo que continuarse y corregirse, mientras que la pintura La institución del vino no presentaba ninguna atención desde su creación.
La necesidad de un tratamiento de conservación mayor hizo que el proyecto ampliara sus alcances, comentan Raquel Straulino y Natalia Rubín de la Borbolla Flores, restauradora residente en las acciones efectuadas en la sacristía del MNV.
Al ahondar sobre los deterioros que presentaba La institución del vino, refieren que una de los más graves era la presencia de escamas en la parte superior, probablemente, originadas por una incidencia de humedad directamente sobre el lienzo.
“Si no se corrigen esas escamas, las cuales lentamente separan a la capa pictórica de la tela, eventualmente llegan a caerse y crean ‘agujeros’ en la lectura iconográfica de la pieza. De manera que las acciones a seguir fueron fijar las escamas a la tela de soporte, colocar un resane y reintegrar la capa pictórica en los casos que lo ameritaron”, detalla Straulino.
La consolidación de las escamas se hizo con papel japonés y aguacola, aplicando calor en los puntos que lo requerían; posteriormente, se empleó una base de preparación en las lagunas (faltantes) y se realizó la reintegración cromática tanto en dicha pintura como en las otras tres, bajo la técnica denominada rigatino, la cual consiste en aplicar los nuevos colores en movimientos verticales para dejar constancia de que las obras fueron intervenidas. El color, además, solo se aplicó en las lagunas, sin invadir la pintura original.
Cabe destacar que si bien la sacristía del antiguo Templo de San Francisco Javier ha permanecido cerrada al público en el transcurso de estos trabajos de restauración, esta será reabierta una vez que concluyan, para el disfrute de los visitantes del Museo Nacional del Virreinato.