BBC World / Albert Einstein plasmó en ellos algunos de sus pensamientos más íntimos.

En sus diarios de viaje, el hombre que revolucionó la física no tuvo filtros.

Su intención no era que fuesen publicados, pero ocurrió y eso nos permite conocer sus impresiones sobre los países que visitó.

“Algo que es realmente interesante es que sus diarios revelan una clara discrepancia entre sus pronunciamientos públicos, que eran progresistas y humanitarios, que invitaban a la tolerancia, y algunos pasajes de sus notas privadas, en los que expresaba prejuicios y estereotipos sobre las personas que conoció”.

Esa advertencia nos la había hecho, en 2018, el historiador Ze’ev Rosenkranz, a quien habíamos contactado por la publicación de “The Travel Diaries of Albert Einstein: The Far East, Palestine, and Spain, 1922 – 1923” (Los diarios de viaje de Albert Einstein: el Lejano Oriente, Palestina y España, 1922-1923), libro del cual fue el editor.

En aquella entrevista nos contó que la opinión del científico sobre los japoneses fue positiva, un contraste con la que tenía de los chinos, a quienes describió como “gente trabajadora, asquerosa y obtusa”.

Rosenkranz es el senior editor de The Collected Papers of Albert Einstein, un proyecto del Instituto de Tecnología de California que ha reunido, traducido y publicado miles de documentos del Nobel alemán y que cuenta con la colaboración de la Universidad de Princeton de Estados Unidos y la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Ahora volvimos a contactar al experto debido a la edición de “The Travel Diaries of Albert Einstein: South America, 1925” (Los diarios de viaje de Albert Einstein: Sudamérica, 1925) que publicó Princeton University Press en 2023, para que nos cuente lo que escribió el físico de su estadía en tres países de la región.

En su libro, Rosenkranz nos dice que si bien el físico quedó encantado con “la cordialidad genuina” de los uruguayos, escribió comentarios muy “duros” sobre los argentinos y expresó “un afecto ambivalente por los brasileños”.

Un territorio inédito
En marzo de 1925, Einstein se embarcó hacia una región en la que nunca había estado: Sudamérica.

Varios factores pudieron haber influido en su decisión de subirse al barco: desde personales (como alejarse de Berlín) hasta científicos (expandir el conocimiento sobre la teoría de la relatividad).

El experto nos recuerda que mucho de lo que se encuentra en los diarios fueron las impresiones inmediatas que el científico se hizo de los lugares y de las personas que conoció, y que gran parte de su contenido fue escrito de forma sumamente concisa.

Y es que lo que el físico pretendía era tener un registro para sí y para compartir con Elsa (su segunda esposa) y la hija más joven de ella, Margot, que lo esperaban en Berlín y que no pudieron acompañarlo.

Einstein se formó opiniones diferentes de los tres países, pero lo que parece ser una constante es el impacto positivo que le causó la geografía y la naturaleza de la región.

Argentina, una impresión “compleja”
El primer país de su gira fue Argentina, que -señala Rosenkranz- contaba con una buena infraestructura para la investigación en matemáticas y física, lo cual contrastaba con la situación en Uruguay y Brasil.

En Argentina ya se discutía la teoría de la relatividad.

Desde ese país, el Nobel de Física había recibido varias invitaciones y no solo desde los círculos académicos, sino por parte de la comunidad judía.

Y es que Einstein era una celebridad internacional, lo que hizo que su agenda estuviera repleta de compromisos.

“La impresión que Einstein se hace de Argentina es compleja”, le dice a BBC Mundo Rosenkranz.

“Llegó con preconcepciones sobre Argentina, sobre Sudamérica en general, y creo que no se apartó de ellas”.

Al inicio, dice el experto, el físico tuvo impresiones muy positivas, específicamente de académicos, como fue el caso del rector de la Universidad de Buenos Aires, José Arce, y del filósofo Coriolano Alberini.

Tras su primera conferencia científica, expresó complacencia por la presencia de estudiantes jóvenes interesados en los temas que abordó.

Sin embargo, después de un tiempo, las opiniones favorables se volvieron la excepción.

Einstein estuvo un mes en Argentina.

“De los tres países, es del que se forma una impresión más profunda, pero en general no es positiva”.

Rosenkranz cree que Einstein entró al barco con estereotipos y que, en el trayecto, cuando conoció a los primeros argentinos a bordo “de alguna manera, confirmaron esos estereotipos”.

Incluso, poco antes del viaje, le escribió a un amigo que estaba entusiasmado por la travesía, pero no por los compromisos sociales con “los indios semicultos que están allí vestidos con sus esmóquines”.

“Lo encuentro un comentario muy ofensivo porque es como insinuar que la población nativa no tenía una cultura que él valoraría y que ellos estaban disfrazándose de gala”, le indica el autor a BBC Mundo.

“Desde su punto de vista elitista invertido, no le gustaban los esmóquines independientemente de quién los usara. Pero, en este caso, estaba como diciendo que incluso gente que usualmente no se vestía con esmoquin se lo ponía”.

“No veo cómo evitar ver eso como ofensivo, pero quizás es mi punto de vista”.

En su diario, Einstein llamó a los argentinos “indios” y “españoles”.

Rosenkranz me cuenta que investigó en qué ocasiones previas el físico había usado el término “indios”.

En una oportunidad, se refirió a los “indios” como “los guardianes de ‘los secretos de la vida natural’”.

Otro ejemplo es cuando pasó unas vacaciones de verano con sus hijos, fuera de Berlín, y rentó una cabaña. Esa experiencia la comparó con ‘vivir como los indios’ y lo decía de una manera positiva”.

Aunque el investigador reconoce que hoy en día probablemente pudiese tener otra connotación, “creo que él lo decía en un sentido favorable”. Al hacer alusión a “indios”, Einstein “se está refiriendo a uno de los grupos étnicos de la población con la que se encuentra en Sudamérica”, pero termina haciendo una generalización.

En el caso de “españoles”, el autor cree que el físico se refería a personas que hablaban español.

“Para él, probablemente desde su perspectiva como centroeuropeo, no se trataba de una distinción lo suficientemente importante”.

Aunque percibió a su gente como “delicada” y “elegante”, al Nobel no le agradó Buenos Aires.

En una carta a Elsa y Margot, la describió como “una ciudad estéril desde el punto de vista del romanticismo y de la intelectualidad”.

“Ve Buenos Aires como una versión sureña de Nueva York, más materialista y más enfocada en lo que él considera era la apariencia externa”, señala Rosenkranz.

En su diario, Einstein usó adjetivos como “superficial” y “fría” y, aunque se estaba refiriendo a la capital, Rosenkranz hace notar que el físico vuelve a caer en una generalización para englobar a todo el país.

Sin embargo, dejó testimonio de cuánto disfrutó “la nueva energía” que encontró en la localidad bonaerense de Llavallol, el paisaje que vio en las sierras cordobesas y la arquitectura de Córdoba, ciudad en la que halló “vestigios de una cultura genuina”, así como “un sentido de lo sublime”.

La música tradicional también le atrajo.

Rosenkranz señala en su libro que Einstein describió a los argentinos como “displicentes”, “infantiles” y “estúpidos”.

Eso llevó al autor a preguntarse: “¿cómo podemos interpretar la valoración, en gran parte despiadada, de Einstein sobre los argentinos?” Tomo prestada su pregunta y se la formulo:

“Creo que en parte se explica por las preconcepciones que tenía y que siguió teniendo durante el viaje.

Incluso siguió expresando estereotipos muy similares después del viaje, cuando estaba de regreso en Europa.

Creo que esas ideas se ubican en el contexto de los estereotipos alemanes y europeos sobre América Latina, sobre Sudamérica, y específicamente sobre los argentinos.

Podían ser estereotipos tanto positivos como negativos, pero creo que en su caso se inclinó más hacia los negativos que había adoptado.

Probablemente formaron parte de su socialización, de su educación de clase media centroeuropea en Alemania.

Y, aunque hace excepciones con algunos individuos, cuando habla tiende a generalizar y se inclina por valoraciones más negativas como parte de sus prejuicios”.

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