El regreso de Trump a la Casa Blanca supone un giro vertiginoso en el vínculo de EE.UU. con países latinoamericanos.
A México y Colombia los amenazó con aranceles. Sobre Panamá dijo que quiere recuperar el Canal en su territorio. Y al presidente de El Salvador, autodenominado el “dictador más cool del mundo”, lo señaló como ejemplo regional.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha impulsado en los primeros 15 días de su mandato un cambio radical en las relaciones de su país con América Latina, resuelto incluso a deshacer políticas y alianzas de décadas, o a enviarle un “regalo” al gobierno socialista de Venezuela.
Tanto ha sido el interés del gobierno de Trump en la región que su secretario de Estado, Marco Rubio, la eligió como destino de su primer viaje en funciones al exterior, algo inédito en más de un siglo.
Gran parte de este enfoque hacia el sur responde a prioridades marcadas por Trump, como deportar de forma masiva a inmigrantes en EE.UU., contrarrestar la creciente influencia de China y reducir el tráfico de fentanilo a su país.
Distintos gobiernos latinoamericanos intentan descifrar hasta dónde irá la nueva política de Washington, donde por ahora destacan más las intimidaciones y los retos que las propuestas positivas a la región.
Los expertos coinciden en que aún es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas.
Pero señalan que lo visto en estas dos semanas ya supone un giro vertiginoso del vínculo entre la potencia del norte y su vecindario continental.
“Es un cambio drástico”, dice Christopher Sabatini, investigador principal para América Latina de Chatham House, un influyente centro de análisis británico. “No se parece a ningún otro cambio en la política exterior de EE.UU. hacia el hemisferio”, agrega en diálogo con BBC Mundo.