Con abrazos, libros, ponencias y la memoria viva de sus abuelos, cerca de 320 descendientes de emigrantes españoles se reúnen esta semana en la Universidad de Davis (California) para recordar uno de los movimientos migratorios más desconocidos: la partida de más de 8,000 españoles —600 extremeños— hacia Hawái entre 1907 y 1913.

Hombres y mujeres, en su mayoría de Andalucía y Extremadura, pero también de Madrid, Castilla y Galicia, fueron reclutados con promesas de prosperidad: casa, escuela para los hijos y un salario de “20 duros americanos oro al mes”. Sin embargo, al llegar a las islas encontraron trabajo agotador en las plantaciones, salarios bajos y condiciones precarias.
El viaje, que duraba casi dos meses en barcos de carga, fue duro. En el carguero Ascot, tres niños murieron en el trayecto y sus cuerpos fueron lanzados al mar. Los emigrantes viajaban en embarcaciones como el Heliópolis, Orteric, Harpalion y Willesden, en medio de epidemias y hacinamiento.
Ante la dureza en Hawái, muchos emprendieron un segundo destino hacia California, donde lograron prosperar. Años después, al querer regresar a España, se toparon con la Guerra Civil y la posguerra de hambre y penuria, lo que los obligó a enviar dinero, ropa y alimentos a sus familias desde Estados Unidos.
La Asociación de la Herencia Hispano Hawaiana (SPHHA), creada en 2023, impulsa este congreso internacional con el objetivo de rescatar una memoria que se fue tejiendo a partir de listados de emigrantes, cartas familiares y el hallazgo de un baúl en Trujillo con fotos, recortes y documentos.
El relato de estos españoles que zarparon de Málaga, Gibraltar y Vigo quedó eclipsado por otras historias. Mientras el Titanic naufragaba en abril de 1912, el poco recordado Harpalion llegaba a Hawái con 1,450 emigrantes españoles. Hoy, sus descendientes buscan que esa travesía humilde también ocupe un lugar en la memoria histórica.