Paul Burrell, exmayordomo de la princesa Diana, describe en su nuevo libro The Royal Insider al Palacio de Buckingham como el “palacio de la ginebra”, un lugar donde las bebidas nunca faltaban. Según Burrell, el personal del palacio ideó métodos ingeniosos para contrabandear alcohol: llenaban botellas vacías de agua tónica con ginebra y usaban hervidores eléctricos para transportarla discretamente.

El autor sostiene que el consumo de alcohol era habitual entre empleados y miembros de la realeza. Los especialistas confirman que la afición por las bebidas no se limitaba al personal. Richard Fitzwilliams, experto en temas reales, recordó que la Reina Madre disfrutaba de un cóctel de ginebra con Dubonnet al mediodía, vino en el almuerzo, martinis por la tarde y champán después de cenar. La reina Isabel II compartía el gusto por la ginebra, mientras que la princesa Margarita prefería el whisky, y la princesa Catalina suele tomar un gin-tonic nocturno.

Incluso el rey Carlos III, conocido por su estilo de vida saludable, no rechaza un trago ocasional. Según el periodista Valentine Low, el monarca disfruta de un buen whisky escocés y, de vez en cuando, de un martini preparado con precisión.

Los hábitos alcohólicos se extienden a toda la familia real, aunque con distintas intensidades. La reina Isabel II alternaba Dubonnet, vino y martinis secos; el príncipe Felipe prefería una cerveza Boddingtons; y el príncipe William, con fama de bebedor moderado, fue apodado “One Pint Willy” por su baja tolerancia al alcohol.

Su madre, la princesa Diana, rompía el molde: prefería el vino blanco y los Bellinis de melocotón, sin seguir ningún ritual de consumo.

El libro de Burrell, junto con los testimonios de biógrafos y corresponsales reales, dibuja una imagen poco conocida de la monarquía británica: una familia que, entre protocolos y tradiciones, también comparte el gusto por la bebida.

Shares: