Por La de Hoy Querétaro

En el siglo XVII, mientras Europa vivía una transformación del pensamiento bajo el impulso de la observación y la razón, un ambicioso proyecto ilustrado sobre peces estuvo a punto de bloquear el nacimiento de la física moderna.

Dos británicos, John Ray y su alumno Francis Willughby, decidieron emprender una cruzada por purificar la historia natural de errores, leyendas y supersticiones. Entre 1663 y 1666 recorrieron Europa recolectando especímenes, observando la naturaleza y comprando libros con un objetivo claro: producir una nueva y rigurosa historia natural, basada en hechos verificables.

Tras la muerte de Willughby en 1672, Ray completó su trabajo con un doble propósito: honrar a su amigo y reformar la clasificación de especies, en particular la de los peces. Así nació Historia Piscium (Historia de los peces), obra ilustrada con 189 grabados de lujo y financiada con entusiasmo por la Real Sociedad de Londres, que buscaba elevar la ciencia natural a un nuevo nivel.

Ray propuso una clasificación radical: excluyó animales como cocodrilos e hipopótamos de la categoría de peces, con base en su morfología, y abandonó la vaga idea de “animal acuático” por una definición más rigurosa. El enfoque fue revolucionario para la época, aunque no despertó el interés que se esperaba.

Fracaso editorial y consecuencias inesperadas

El libro se imprimió en 1686 y fue una catástrofe comercial. Su alto precio, el escaso público lector especializado y su tema poco atractivo contribuyeron al desastre. La Real Sociedad se vio en aprietos financieros y comenzó a usar los tomos no vendidos como moneda de cambio. El sueño ilustrado de Ray quedó sepultado bajo el peso de su propia ambición.

Ese mismo año, sin embargo, un manuscrito completamente distinto llegaba a las manos de la Sociedad: se trataba del primer tercio de los Principia Mathematica de Isaac Newton, un tratado que unificaba la física terrestre y celestial bajo la ley de la gravedad. El astrónomo Edmond Halley, admirador de Newton, había impulsado su escritura luego de que una conversación sobre órbitas planetarias despertara dudas matemáticas que ni Hooke ni Wren pudieron resolver.

Newton respondió con claridad y contundencia: “La curva es una elipse. Lo he calculado”. Su demostración fue la base de un nuevo paradigma científico. Sin embargo, cuando llegó el momento de imprimir Principia, la Real Sociedad ya no podía costearlo. Todo el dinero se había gastado en peces.

Halley al rescate (y sin sueldo)

Halley, convencido del valor del libro, puso de su propio bolsillo el dinero para publicarlo en 1687. Incluso escribió una “Oda a Newton” en su primera edición, donde exaltó al autor como alguien que se había acercado a los dioses al desvelar los secretos del universo.

La Real Sociedad, incapaz de pagarle un salario, le retribuyó… con ejemplares sobrantes de Historia Piscium. Una ironía histórica que perdura hasta hoy.

Final abierto

Principia Mathematica no fue un éxito de ventas inmediato: estaba escrito en latín técnico y su dificultad desalentó a muchos. Pero su impacto fue profundo. Con el tiempo, cambió para siempre la forma en que entendemos el universo, desde el movimiento de los planetas hasta la caída de una manzana.

Halley, usando las leyes de Newton, calcularía más tarde la órbita del cometa que hoy lleva su nombre. Ray, por su parte, vería cómo su tratado sobre peces se convertiría en nota al pie en la historia de la ciencia: el libro que casi impidió la publicación de la obra más influyente de la era moderna.

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