La gran responsabilidad de ser el único Big Three vigente parece ser un peso demasiado grande para su espalda. Tras el retiro de Federer, primero, y de Nadal, después, Novak Djokovic se vio en el espejo como el hombre al que se le había allanado el camino para tener un final de carrera sin monstruos que le hicieran sombra. Sin embargo, los últimos tiempos mostraron señales preocupantes del tenista que en menos de un mes cumplirá 38 años.
Nole llegó a Madrid con la gran expectativa de pasar rápido de página al fiasco de Montecarlo, donde el chileno Tabilo lo despachó en el debut por 6-3 y 6-4. Pero la tendencia no se revirtió. Djokovic padeció en la CAja Mágica y se fue rápido por el mismo score. Esta vez, el verdugo fue el italiano Matteo Arnoldi, 44° del mundo. Otra vez afuera en primera rueda, cuando se acerca cada vez más la segunda estación importante de la temporada, Roland Garros.
Campeón en Madrid en tres ocasiones (2011, 2016 y 2019, el ganador de 24 Grand Slams regresaba a la Caja Mágica luego de tres años de ausencia. Pero su rendimiento estuvo lejos del brillo de otros tiempos: se mostró demasiado errático y cerró el choque con una treintena de errores no forzados, 20 de ellos en el primer parcial. Su revés a dos manos fue una rémora y su servicio, sobre todo el segundo, tampoco funcionó.
Djokovic ni siquiera dejó alguna muestra de desesperación o rabia sobre la pista.
Enfrente tuvo a un sólido Arnaldi, que tiene como ídolo al serbio y que aguantó bien y aprovechó a la perfección sus oportunidades para firmar su segundo triunfo sobre un Top 5 tras la lograda ante el noruego Casper Ruud, curiosamente también en la arcilla roja madrileña (2023).