Justo a tiempo para la celebración de la Pascua, arqueólogos han revelado un hallazgo fascinante en uno de los lugares más emblemáticos del cristianismo: la Sala de la Última Cena, en el Monte Sión de Jerusalén. Se trata de una serie de inscripciones centenarias, descubiertas recientemente gracias al trabajo conjunto de la Academia Austriaca de Ciencias (OeAW) y la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA).

El sitio, también conocido como el Cenáculo, fue construido por los cruzados en el siglo XII sobre un lugar que ya era venerado por peregrinos cristianos desde el siglo IV. Allí, según la tradición, tuvo lugar la Última Cena de Jesús con sus discípulos.

El descubrimiento fue anunciado oficialmente el 16 de abril y comprende cerca de 40 grafitis tallados en las paredes del Cenáculo. Entre ellos destacan cinco escudos de armas, dibujos simbólicos y mensajes escritos en múltiples lenguas. La mayoría de las inscripciones datan de finales de la Edad Media y revelan la enorme diversidad de peregrinos que visitaron el lugar durante siglos: desde Serbia, la actual República Checa y Alemania, hasta Armenia y Siria.

Uno de los hallazgos más singulares es un grafiti que representa simbólicamente la Última Cena, grabado sobre un escudo alemán: muestra una copa, una fuente y un pan redondo con un agujero en el centro, similar al tradicional panecillo de Jerusalén. También se encontró una inscripción armenia con la leyenda “Navidad 1300” y un dibujo de un escorpión, fechado posiblemente en 1523, cuando el sultán otomano Solimán el Magnífico transformó el lugar en una mezquita.

Un detalle particularmente significativo es una inscripción en árabe que dice “ya al-Ḥalabīya”. Gracias al uso del sufijo femenino en el texto, los investigadores concluyen que fue escrita por una peregrina cristiana de Alepo, lo que constituye un raro testimonio de la participación femenina en las peregrinaciones medievales.

Para hacer legibles estos antiguos mensajes, los expertos utilizaron tecnología de punta, como fotografía multiespectral y técnicas de transformación de reflectancia (RTI), las cuales luego fusionaron digitalmente para revelar detalles invisibles al ojo humano.

El historiador Ilya Berkovich, parte del equipo investigador, subrayó la importancia del hallazgo: “Cuando se juntan, las inscripciones proporcionan una visión única de los orígenes geográficos de los peregrinos. El sitio era mucho más diverso de lo que la visión occidentalizada de la investigación nos hacía creer”.

Este descubrimiento se suma a una serie de recientes hallazgos arqueológicos relacionados con el cristianismo. En abril, se identificaron restos de un antiguo jardín en la Iglesia del Santo Sepulcro —coincidiendo con los relatos bíblicos— y en diciembre se presentó una inscripción en plata en el norte de Italia, considerada una de las pruebas más antiguas del cristianismo en la región, datada entre los años 230 y 260 d.C.

La arqueología, una vez más, ofrece nuevas ventanas al pasado, no solo para comprender mejor la historia religiosa, sino también la riqueza de las experiencias humanas que la han rodeado a lo largo de los siglos.

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