EFE / Las chicas de la selección nacional de fútbol de Cuba pausaron recientemente por dos horas los entrenamientos en el estadio Pedro Marrero para participar en un taller sobre el uso de las copas menstruales, cuyos beneficios son poco conocidos en el país caribeño.

Una de las gestoras del taller, la cubana Marbelis González, explicó detalladamente ante una audiencia reticente -pero curiosa- las ventajas de estos pequeños recipientes de silicona médica que acumulan por hasta 10 horas la sangre en cada período menstrual.

El encuentro, al que asistió un equipo de EFE, es parte de la iniciativa surgida en 2021 “Copas para Cuba” del emprendimiento local La Mina y del Tercer Paraíso Cuba, un proyecto internacional que promueve iniciativas de desarrollo sostenible.

Uno de los propósitos de “Copas para Cuba” es “dialogar sobre los beneficios, ventajas y uso de la copa, debatir sobre temas asociados al bienestar emocional, físico y reproductivo de las personas menstruantes desde un enfoque inclusivo”, explicó González a EFE.

Esta “embajadora de la copa”, como se les conoce a las mujeres que imparten estos talleres, desarrolló el conversatorio de forma muy natural y lo despojó de convencionalismos y tabúes a la hora de explicarle a las jóvenes deportistas cómo introducirse las copas, cada cuánto tiempo deben cambiarse o cómo saber qué talla le corresponde a cada una, entre otras interrogantes.

En el encuentro, en el que también se regalaron copas menstruales donadas a las activistas, González comentó que la actriz estadounidense Leona Chalmers dio forma a la primera copa en 1937, un aditamento que se ha modernizado con los años a pesar de las incomprensiones.

“En los talleres hablamos también sobre la higiene y el bienestar físico y emocional que pueden ofrecer las copas frente a otros productos más convencionales como las almohadillas sanitarias”, afirmó.

Cada taller representa, según esta coordinadora, “una oportunidad para promover el empoderamiento femenino y que conozcamos mejor nuestros cuerpos”.

Estos talleres ocupan el lugar de las instituciones públicas de salud cubanas que no hablan del tema, ni ofrecen protocolos sobre cómo usar estos productos.

En Cuba es bastante inusual el uso de las copas entre las mujeres en edad fértil, que prefieren usar almohadillas sanitarias (conocidas como íntimas) o tampones, a pesar de lo difícil que se ha vuelto conseguirlas por la baja producción nacional y los altos precios de las importadas en el mercado informal.

Esta transición choca también con el desconocimiento imperante, los altos costos de una copa –puede alcanzar los 20 dólares o euros (casi un salario mínimo en Cuba) o más en dependencia de la marca- y que sólo consiguen a través de personas que las traen de otros países y las venden.

No todas las cubanas pueden comprar un aditamento de estos, aunque son una opción más cómoda e higiénica. Del otro lado, las que pueden hacerlo evitan usarlas por el desconocimiento.

“Muchas cubanas no entienden que pueden llevar una vida normal con las copas y además no tener el estrés ese de velar si nos manchamos de sangre. Puedes hacer ejercicios, ir a la playa y otras actividades sin que el período menstrual sea un problema”, afirmó González.

Eso, agregó, “sin contar que permite ahorrar el dinero que gastamos comprando almohadillas sanitarias –también caras en Cuba- y los beneficios ambientales comparado con el desperdicio que generan otros productos higiénicos”.

“Copas para Cuba” tiene ante sí el enorme reto de romper tabúes y de llegar a más comunidades del país. En ese empeño, agradecen el apoyo de Embajadas como la de Países Bajos que les ha permitido impartir los talleres en algunas localidades del occidente de Cuba, aunque sigue siendo insuficiente, tal y como explica González.

Su fin es llevar la información a otras regiones del país, sobre todo comunidades vulnerables del centro y el oriente, y que más mujeres se sumen y apoyen esta interesante iniciativa.

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