Por Redacción | La de Hoy Querétaro
29 de julio de 2025

Mientras la cifra de personas desaparecidas en México supera las 130 mil y sigue aumentando, un grupo de científicos mexicanos trabaja en una iniciativa que combina tecnología, ciencia forense y conocimiento de campo para mejorar las estrategias de búsqueda. El proyecto, inédito en América Latina, busca aprovechar herramientas como el mapeo satelital, drones con cámaras hiperespectrales y sensores geofísicos para ubicar posibles fosas clandestinas. Para ello, utilizan como modelo cuerpos de cerdos, cuyos tejidos y proporciones son similares a los del cuerpo humano.

En terrenos resguardados de universidades como la de Guadalajara y la UNAM, los investigadores simulan escenarios de desaparición siguiendo patrones usados por grupos criminales: cuerpos envueltos en cobijas, bolsas, encintados, con cal o incluso calcinados. Las fosas, individuales y colectivas, son monitoreadas con alta tecnología para observar los cambios químicos, térmicos y vegetativos que deja la descomposición.

El proyecto, coordinado por el CentroGeo —un instituto federal de investigación especializado en información geoespacial— y financiado parcialmente por el gobierno británico, cuenta con la colaboración de la Universidad de Oxford y la Comisión de Búsqueda de Personas del estado de Jalisco. Esta última aporta los casos reales que alimentan el trabajo experimental.

¿Qué buscan los científicos?

Los investigadores intentan identificar patrones detectables desde el aire o el suelo que indiquen la posible presencia de restos humanos. Las imágenes hiperespectrales, por ejemplo, permiten observar variaciones en elementos como nitrógeno, fósforo o clorofila en la vegetación que crece sobre una fosa. En algunos casos, se ha notado la aparición de flores o hierbas inusuales asociadas a las zonas de enterramiento, una observación que coincide con lo que han señalado madres buscadoras en sus propias investigaciones.

También se analiza la actividad de insectos como moscas o escarabajos, y se experimenta con sensores de temperatura, escáneres láser y pruebas eléctricas para detectar anomalías en el subsuelo. Todo con el objetivo de reducir el margen de error y facilitar la localización de cuerpos en un país donde, hasta ahora, la mayor parte de las fosas han sido descubiertas por los familiares, armados apenas con una vara y su intuición.

Familias, parte del equipo

Lejos de limitarse al laboratorio, el proyecto incluye la participación directa de colectivos de búsqueda. Los científicos reconocen que el conocimiento de las familias es vital, ya que han generado sus propias metodologías durante años de rastreos en zonas de alto riesgo. A su vez, los equipos técnicos comparten con ellas las condiciones en que las tecnologías funcionan o fallan.

“Queremos que esto sea útil ya, no dentro de cinco años”, explicó José Luis Silván, coordinador del proyecto e investigador del CentroGeo. “Esta no es ciencia pura. Es ciencia y acción”, añadió.

Tecnología con límites

A pesar del potencial, los investigadores y expertos forenses involucrados insisten en que estas herramientas no sustituyen el testimonio humano ni las búsquedas en campo. “El 90% de las búsquedas exitosas se resuelven con un buen testimonio y una pala”, advierte el antropólogo canadiense Derek Congram, consultor del proyecto y con experiencia en conflictos en África, Europa y América Latina.

La tecnología, dicen, no es una panacea, pero sí puede afinar los esfuerzos y evitar que se excave en falso. Ya ha habido logros: uno de los casos exitosos fue la identificación de una adolescente que había sido clasificada por error como un hombre de 34 años, gracias al enfoque multidisciplinario.

Un problema estructural

Desde 2007, año en que México intensificó la estrategia militar contra los cárteles, se han hallado cerca de 6.000 fosas en todo el país. Jalisco encabeza la lista de desapariciones con más de 15.000 casos registrados, seguido por estados como Tamaulipas y Veracruz.

En este contexto, los expertos apuntan que la aplicación de la ciencia no reemplaza la obligación de investigar y sancionar a los responsables. Organismos internacionales como la ONU han advertido que las desapariciones en México podrían tener un carácter “sistemático o generalizado”, debido a la complicidad o inacción de algunas autoridades.

Aun así, los colectivos no pierden la esperanza. “Yo jamás me imaginé estar en esta situación, sacar cuerpos, volverte tan experta…”, dice Maribel Cedeño, quien busca a su hermano desde hace cuatro años. Hoy, espera que la ciencia también ayude a encontrar lo que los gobiernos han tardado en buscar.

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