Por Carlos Silva.
La historia se compone de una serie de versiones mayormente consensuadas, que se adaptan según los valores y la ideología que imperen al momento y desde la óptica de quienes la difunden, quizá por ello en México se ha conformado una visión maniquea que parte de una falsa premisa de dividir y establecer diferencias a partir de catalogar a los personajes nacionales en buenos y malos, realistas e insurgentes, centralistas y federalistas, liberales y conservadores, progresistas y reaccionarios, de traidores y patriotas y nada establece más distancia entre los hechos y la realidad impidiendo una comprensión equilibrada de los acontecimientos nacionales.
Así por ejemplo, se nos enseñó en la escuela que en el Cerro de las Campanas fueron fusilados Maximiliano de Habsburgo y los traidores que le acompañaron en el sueño de establecer una monarquía en nuestro país, dejando de lado que al archiduque austríaco le acompañaron algunos de los mexicanos más valientes, leales y arrojados con los que cuenta la historia patria.
Con luces y sombras como cualquier otro ser humano, muchos de los mexicanos que acompañaron a Maximiliano en sus últimos días en Querétaro, dieron muestra de algunas virtudes que debieran de ser reconocidas como parte de la mexicanidad, así entonces, habría que reconocer por ejemplo, el pundonor de personas como Miguel Miramón y el queretano Tomás Mejía que aceptaron acompañar a Maximiliano a sabiendas de que se estaban metiendo en una ratonera de la que sería muy difícil salir, ya no bien librados, sino con vida.
Habría que reconocer por ejemplo, el coraje de un Ramón Méndez, general conservador que acudió a integrar sus fuerzas a las imperialistas que ya se encontraban en nuestra ciudad sabiendo también de que aquello, era una empresa que difícilmente habría de llegar a buen puerto y sin embargo, contra cualquier recomendación, así lo hizo y llegó para ponerse a las órdenes de Maximiliano y sus principales.

De lado queda la infausta memoria de un cobarde como Leonardo Márquez, lugarteniente del imperio, que salió de nuestra ciudad rumbo a la ciudad de México, supuestamente para buscar hombres, recursos y pertrechos cuando bien sabía que estaba dejando a sus amigos y correligionarios abandonados y a su suerte y en la primera oportunidad que tuvo a la mano, salió huyendo con la complicidad de algunos republicanos rumbo a Cuba en donde plácidamente conservó la vida.
La historia, como nos la enseñan en las escuelas, debemos aprenderla tan solo como una primera referencia que nos permita indagar y curiosear para conocer otras versiones que complementen una idea más equilibrada de la historia nacional.
Porque la mañana del 19 de mayo los republicanos ajusticiaron al general Ramón Méndez, siendo este el primer fusilado del bando imperialista atendiendo a viejas querellas por haber fusilado un par de años atrás al querido gobernador de Querétaro José María Arteaga y casi un mes después, fueron fusilados Maximiliano, Miramón y Mejía, sin embargo el austríaco no murió fusilado acompañado por un par de traidores, sino acompañado por dos de los más bravos generales mexicanos.
Miramón, uno de los mejores estrategas militares que ha tenido México y de los niños héroes que fueron hechos prisioneros por los norteamericanos en aquel lejano 1847 que sabía que en Querétaro sellaría su destino, Mejía, el serrano general indígena que también había luchado contra los invasores norteamericanos y que tuvo la opción de huir bajo el auspicio cómplice de Mariano Escobedo en pago a aquella ocasión en la que Mejía le perdonó la vida, pero a sabiendas de que tal gracia no sería extensiva ni a Miramón ni a Maximiliano, prefirió permanecer con ellos y correr la misma suerte que ya sabía que tendrían y Méndez, un recio general que tuvo los arrestos de venir acompañar a Maximiliano cuando perfectamente pudo haberse extraviado en los tiempos convulsos del final del imperio y sin embargo, lealmente también acudió a esta última cita con la historia.
De tal forma que, antes de sostener la equivocada versión de que aquella mañana del 19 de junio de 1867 Maximiliano murió acompañado de traidores, hay que dar una revisada para entender que bien el contrario, aquel príncipe europeo tuvo el privilegio de ser fusilado (tal y como él mismo lo reconoció en los minutos finales) acompañado de dos de los más valientes generales que ha tenido México.
Sea por ellos.






