Miles de bolivianos acudieron la madrugada del sábado a las montañas circundantes y a los miradores de las ciudades para recibir los primeros rayos del sol en la celebración del Año Nuevo Andino, una festividad tradicional que se remonta a los antiguos pueblos prehispánicos y que coincide con el solsticio de invierno en el hemisferio sur.

De acuerdo con la creencia popular las romerías a los sitios sagrados en las montañas para ofrendar a la Pachamama, la Madre Tierra y recibir los primeros rayos del sol vienen cargados de nuevas energías. Para los antiguos pueblos y sus descendientes, la fecha marca, asimismo, el inicio del nuevo calendario agrícola en las regiones al pie de la cordillera de los Andes.

El centro de la celebración es a 60 kilómetros al sur de La Paz, en el antiguo pueblo arqueológico de Tiwanaku, capital de la milenaria cultura del mismo nombre que surgió en el altiplano antes de los incas.

El presidente Luis Arce participó de una ofrenda a la Pachamama en un sitio ceremonial junto a autoridades originarias aymaras, la mayor etnia del altiplano boliviano.

La crisis económica que golpea al país ha restado concurrencia a las romerías, pero no ha frenado la tradición este año.

“Que nuestros hermanos puedan tener una buena producción agrícola, que sea de bienestar y prosperidad”, dijo Arce en Tiwanaku tras participar de la ceremonia.

En la ciudad de El Alto, centenares de creyentes al son de música folclórica amanecieron alrededor de fogatas para esperar los “primeros rayos del sol” en este mirador en las alturas desde donde se divisa la ciudad de La Paz. En este sitio, considerado sagrado, los yatiris (chamanes) hacen ofrendas a la Pachamama a pedido de sus clientes para “atraer la suerte, la buena salud y los buenos augurios” para los negocios, según dicen los carteles de los puestos callejeros.

“Que nos vaya bien, tenemos tantos problemas económicos y políticos, queremos pedir a la Pachamama por buenos augurios”, dijo Marcelo Mayta, un dirigente sindical de un gremio en esta populosa ciudad.

Para Rosmery Choque, “es una costumbre ancestral, es un reencuentro con la naturaleza, que haya paz y buena economía para todos”.

Para los pueblos aymaras del altiplano boliviano que viven por encima de los 3.000 metros de altitud la celebración servía para agradecer a la Pachamama y darle ofrendas para buenas cosechas sobre todo de la papa, un tubérculo originario de los Andes y cuyo cultivo en los últimos tiempos se ha visto afectado por el cambio climático con sequías y heladas prolongadas.

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